Crêpes, Paris 1929
Al horchatero centenario de Poblenou le gustan las crêpes, porque es fan de los sabores con historia. Esos que además de estar de cine vengan con una larguísima tradición de siglos. Aunque, para ser sinceros, casi todas las cocinas del mundo tienen parentesco y orígenes lejanos. Lejanísimos. Mal que les pese a las nuevas tendencias, un pelín arrogantes en la creencia de comenzar todo de nuevo. En realidad, la revolución la hizo la tecnología, pero en sabores, lo que se dice sabores, poco nuevo hay bajo el sol, aunque la paella venga en un tubo, y sea una espuma hidrogenada, ay madre mía, dónde está el arroz.
Así ha sido como nuestras crêpes, las de toda la vida, las que nacieron en la región de Bretaña, oeste de Francia, y su nombre es Krampouezh. Las crêpes son parte de la dieta diaria bretona, pero en la fiesta de Chandeleur o Fiesta de la Candelaria cuando se presenta a Jesús y su nacimiento se celebra con candelas, las crêpes no se hacen rogar, vengan con sidra, con champagne, con vino blanco o con lo que sea, pero que sean recién hechas y en cantidades.

Maslenitza
Hay de dos clases, las elaboradas con trigo reservadas a los dulces y las galettes elaboradas con trigo sarraceno para combinaciones saladas. El sarraceno llegó a Europa desde China, y en Rusia dio origen a los blinis, ni más ni menos que una crepe pequeña a base de harina, huevos, leche y levadura que se hace en el horno, o frita en mantequilla. Se acompañan con pescados ahumados, nata agria (smetana), y huevos de esturión o de caviar. En Bielorrusia hay una versión sin harina, sino con patatas, los exquisitos Draniki. Los blinis son un alimento muy antiguo vinculado a los pueblos eslavos desde la época precristiana; por su forma circular y su color dorado eran asociados al Sol, y por ello eran la estrella de las fiestas de Maslenitsa, así se llama a la Semana de la Mantequilla, de la Crepería y del Ques , es una festividad religiosa y folclórica que se celebra en la zona este de los países eslavos: Rusia, Ucrania, Bielorrusia y es parecida a un carnaval, y en San Juan.
Crêpe quiere decir fino, porque surgieron cuando se pudo refinar la harina, en el siglo XIX. Por la neutralidad de su composición, se les puede añadir rellenos hasta donde la imaginación sea capaz de llegar. Así son deliciosos para desayunos, para comidas o cenas. En Francia las historias sobre su origen ya es parte de la leyenda. Eduardo VII declaró que frente a un plato de crêpes podría «reformar a un caníbal en un caballero civilizado».
Palačinka le dicen en república Checa, Serbia y Croacia, en Austria palatschinken y palacsinta en húngaro, y en latín significa placenta. Sí, aunque no lo creas. Parece que desde el Imperio ya se preparaba este plato.

Crepe Tio Che
Y a El Tío Che que la va de clásico, y que lo es, le gusta hacerlas con jamón York y queso, con sobrasada, con miel y plátanos, con chocolate, fresas y dulce de leche, con dulce de leche y plátanos, con nata, fresas frescas , jalea de fresas, chocolate y una bola de helado y con lo que se le ocurra ese día, porque además de clásico, a veces va de modernito e innovador. Depende de muchos factores, por ejemplo del día. No es lo mismo la inspiración con lluvia que con un sol de justicia.
En Galicia y Asturias se llaman filloas o freixós, y en Asturias fayuelos o frixuelos. Con harina, huevos, leche, mantequilla y azúcar ya tienes tu crêpe, pero si vienes a la horchatería el sabor alucina. Y el aroma, entre las seis y las siete de la tarde, es una incitación al pecado, a la gula, a lo que venga. Nada de fórmulas compradas, en la horchatería las crêpes son artesanales y hechas allí, a la vista de todo el mundo.