
Hispano Olivetti antigua. Poblenou
El horchatero centenario fue a Glòries y al pasar por el centro comercial no pudo evitar hacer un silencioso homenaje a la Hispano Olivetti. Quién no recuerda, se dice, aquel día de octubre de 1991 cuando la antigua fábrica fue dinamitada para dar espacio al centro comercial. La voladura con 265 kilos de Goma-2 no consiguió hundir toda la fachada, ni mandar al olvido el bienestar que la empresa trasladó a sus trabajadores, en tiempos difíciles, ni esas máquinas de escribir que usaron padres y abuelos. Si todavía resuenan en los oídos las ruidosas teclas, que en modo zapateo flamenco bajo los dedos te estimulaban las ideas. Inolvidable la fuerza que requería escribir una palabra, y la otra, y la otra. El ruido atrapaba las ideas, para que no se fueran. Era como grabarlas a fuego. Sí, así es familia, en Glòries estaba la Olivetti, empresa modelo, según todos y todas, capaz de dar trabajo y vidilla a seis mil personas, cosa de locos. ¿Quién

Cadena de Montaje
no aspiraba a trabajar en la Olivetti?-murmura el horchatero de Poblenou.
Los trabajadores comenzaban muy jóvenes, como aprendices a los 14 años, y así cuando eran incorporados a plantilla eran unos cracks que se lo sabían todo. Quién no quería trabajar allí, aunque fuera para disfrutar del polideportivo de Olivetti, con piscina, frontón, patinaje, tenis. ¿Quién no quería pertenecer a sus beneficios? Disfrutar de esos merenderos en sus zonas ajardinadas, madre mía, ¡si pasaron a la historia! En los veranos de bochorno aplastante los trabajadores veían pasar la vida en sus parque o se sentían reyes en la caseta glamurosa en la playa de Badalona ¿Quién no soñaba con ser invitado a tomar una paella en la terraza, cuando agosto lo daba todo y más? Convengamos que en la España de posguerra llamaba la atención trabajadores con tanto apaño: Por cien pesetas llovían los vales para comer todo el mes. Y en vísperas de Reyes, los niños, hijos de la Olivetti, les hacían llegar no una carta, sino tres o cuatro porque Olivetti regalaba… y no se trataba sólo de juguetes, porque la guardería, pionera en cuidados a la infancia, también era una manera de estar a la altura de los enanos.
Pero como todo sueño acaba pronto y la revolución tecnológica de los ochenta hizo que las Letteras fueran cosa de yayos y hasta los mimados niños de la Olivetti comenzaron a soñar con un ordenador, las clásicas maquinas de escribir pasaron al museo. Y sus mega mimadas plantillas de empleados al paro.
El golpe definitivo para la empresa fue en los años 70 , a pesar de un vuelo de corto aliento en los noventa con la apertura del Parc Tecnologic de Cerdanyola. No hubo modo, el gigante tuvo que morir.
Aunque la Olivetti fue pionera junto a Xerox en producir ofimática, y sus primeros ordenadores arrasaron, IBM tomó el relevo se llevó la gloria. Y a Olivetti le tocó partir. Y así fue la historia. Y así quedaron en el recuerdo la Pluma color césped y la Studio 44 plomiza. Y el papel carbón y los 10.000 metros cuadrados del número 866 de la Gran Via tocando a Glòries. Y la buena vida de la familia trabajadora de Hispano Olivetti. No todo fue un humo de chimeneas y trabajo duro en el antiguo Poblenou. Ya ves, también hubo poblenovinos agradecidos.