boqueríaEl anciano horchatero  se fue al mercado de la Boquería. A veces deja su esquina. Va a las tierras de la chufa, la materia prima de sus horchatas, o de visita. Esta vez fue a ver a una familia que llegó a Barcelona, hace apenas un siglo, como él. (Ya se sabe que algunas personas no tienen edad)

La visita era su parada del mercado de la Boquería. La familia abrió una parada y allí prosperó.

Entró al mercado. ¡Cómo le apetecía visitarlo! Pero, lo asaltó una masa de turistas que no dejaban de hacer fotos a los tomates, a las langostas, a los quesos, a los jamones, a las bocazas abiertas de los atunes, a las naranjas y a los higos. A todo.

El horchatero estaba impresionado. Ese lugar, el más diverso de la ciudad, donde cada parada era una verdadera muestra de los mejores productos especializados del país y del mundo, se había convertido en vasitos 2un plis plas en una colección de zumos  y fritangas recalentadas una  y mil veces en monas cajitas para turistas de paso.

En 1992 se hizo un plan para recuperar los mercados municipales, golpeados por la aparición de las grandes superficies.  Así surgió el Instituto Municipal de Mercados de Barcelona para dar vigor a los servicios, a la oferta y promover las ventas. Pero como dicen Adrián Hernández Cordero y Stoyanka Andreeva Eneva [i]pesan más los intereses de la marca Barcelona que las necesidades de los vecinos. Según los autores,  con esta intervención municipal los mercados se valorizaron, y se consideraban uno de los tres servicios más valorados, por que cohesionan el territorio e incentivan el comercio de proximidad.

pimientosHasta los noventa, el entrañable mercado de precios asequibles y productos frescos se convirtió en el centro de compras más valorado de la ciudad.  Sus bares ofrecían comida popular, que daba a conocer la verdadera vida del pueblo. El escritor Vázquez Montalbán (2001) dijo que era “la catedral de los sentidos”, conde convivían marchantes y sibaritas.

Al día de hoy no hay casi productos básicos, y los bares son verdaderos sitios para hipsters. Los pocos vecinos que quedan en él han quedado fuera de la oferta de la Boquería.  Y los comerciantes que resisten a caer en el juego de la “comida para llevar” se sienten amenazados, porque su clientela exige más de lo mismo, y porque los alquileres se han ido a las nubes.

El horchatero se escandaliza, no le gusta ver al mercado convertido en un templo gourmet. No le gusta ver al mercado convertido en un parque temático. El mercado es el lugar por excelencia del comercio de proximidad, el lugar donde los vecinos hacen sus compras semanales, donde los comerciantes tienen cara y ojos, y cada uno ofrece un producto diferenciado, único, especial.

Dicen los autores Hernández Cordero-Eneva que  el mercado-mall se vincula con los procesos de gentrificación, reforzando un estilo de vida que va en detrimento de los habitantes de toda la vida de los barrios. La especulación inmobiliaria acarrea exclusión a los vecinos y comerciantes de rentas bajas, creando equipamientos para hacer una ciudad aséptica, temática y económicamente rentable.

el cistellerEl horchatero vuelve a su barrio. Va caminando despacio y  va diciendo: Aquí estaba la pastelería de Sebastián Oller,  y al pasar por Pere IV recuerda la casa Relats, la panadería la Joia Catalana y en Aguiló la botiga de Masjoan, y las delicatesen de La Violeta, el bar Cisco. Y murmura: y el Tomás y esos xuxos de cine, y la pastisseria Llopart, y Can Valls, Novedades La Cigüeña, la mueblería de los hermanos Pruñunosa, el Cisteller, el bar México y su Millón de la Rambla… Vaya tela.

Suspira, y cuando llega a la esquina más dulce de Poblenou, la suya, vuelve al lado de su árbol de siempre, y allí se queda, extasiado, sonriente. Él no se dejará tentar por las modas, porque como tales, pasan. El no tiene más ambiciones que seguir siendo el lugar donde los vecinos se reúnen, donde todavía el barrio respira por todos los poros. Donde se lo siente vivo. Su lugar en el mundo.

[i] Adrián Hernández Cordero Stoyanka Andreeva Eneva 150 ISSN 2007-7602 EntreDiversidades ¿Mercados, museos o malls?