De Critina Saval, Barcelona
Sábado, 2 de junio de 2012



Antoni Gaudí acaba La Pedrera, se hunde el Titanic, Robert Falcon Scott llega al Polo Sur, nacen el escritor Pere Calders y el padre de la ingeniería informática Alan Mathison Turin, y Dinamarca, Noruega y Suecia declaran su neutralidad en caso de guerra. Todo se remonta a 1912, año en que Joan Iborra, el primero de las cinco generaciones que han regentado la horchatería El Tío Ché, deja Valencia rumbo a Barcelona a la espera del barco que lo había de llevar a Argentina en busca de un futuro. Ante la demora, recorre las calles próximas al mercado del Born con una mesita y una jarra con zumo de chufa. “Xe, prova”, repetía. Así fue como los vecinos lo empezaron a llamar el Tío Ché. Joan se enamoró de Barcelona, olvidó su sueño de atravesar el Atlántico y abrió una horchatería cerca del mar, en el Paseo Nacional, hoy Paseo de Joan de Borbó, donde también servía leche merengada con el típico sombrero negro y la camisa ancha de los valencianos. Su nuera, Jerónima, lavaba la chufa, la molía, la licuaba, la batía, la colaba i la enfriaba, y cuajaba los helados a golpe de brazos y buenas muñecas. En los años 30, los Iborra encontraron un local céntrico en Poblenou, un barrio animado y obrero con vida en las calles. Y fueron con sus especialidades. El Tío Ché celebra hoy y mañana este siglo de vida en plena Rambla del Poblenou con una fiesta popular y diversas actividades abiertas al público. Un concurso infantil de dibujo, helados para los niños, cuentos, la actuación de Les Mamelles de la Víbria, traca, bailes, un concierto con New Kokodrillos y un certamen de fotografía. Y , claro, el domingo a las 12.00 horchata y fartons para todos.