Lo único que está quieto es el sol de este mediodía. En la terraza de la horchatería El Tío Ché la romería de gente viene y va. Es un verdadero fenómeno urbano de Barcelona, más que una heladería se parece a un club. Un niño pequeño pide: ¡Horchata! mientras estira su mano, sin suerte, para alcanzar el mostrador. Las vecinas se conocen todas, y son profusas en saludos. El periodista viene a hacer la nota. Cien años tiran de la prensa. Cien años son una leyenda. Pregunta a Tere porqué dicen que los helados de la horchatería el Tío Ché no tienen comparación: Por la nata, por la memoria gustativa de los clientes, por que son muy artesanales. Por la magia, pensamos, por la magia. Es una esquina de sabores y caprichos. No hay excesos, ni caterings a domicilio, ni se celebran cumpleaños, ni hay dos horchatas por una, ni mucho menos.
Pero hay el trabajo de complacer a los clientes de la horchatería El Tío Che a lo largo de varias generaciones, y el conocimiento de las costumbres del barrio hasta el detalle porque saben de qué va su negocio. Y su negocio va de hacer feliz a la gente, porque tienen lo que vienen a buscar. Han encontrado las medidas justas, los sabores justos y los productos que la gente quiere. El vermutillo para el sábado a la mañana, generoso y a buen precio, los cafés excelentes para todo el día, para los apurados, para los que pierden el tiempo, para los que leen el diario, para las esperas, para los negocios, para los encuentros. Los helados, de los mejores de España, variadísimos, y en diferentes medidas, hasta la diminuta, para las personas que están en plan bikini. No se echan en falta la horchata en litro y los bocatas especiales, sabrosos, bien hechos, generosos, y con sabor a cosa fresca.
Es tan familiar la esquina dulce de Poble Nou que en las largas filas que se hacen en verano la gente no se impacienta, se hacen amigos, conversan sobre el día de playa, o de
la vida. Se escucha a una chica explicar que llevará tres litros de horchata porque está en período de lactancia y es un excelente estimulante. Un cliente, nunca faltan, le susurra a la empleada que le ponga mucha canela, porque está buscando una noche como pocas (dicen que la canela, es afrodisíaca…) De todo, hay de todo. Qué vidilla, Señor, que movida… que subidón…