Tambíen se acercó a la fiesta Francisco Narváez, quien fuera durante 20 años concejal del Barrio. Según sus palabras: “-No se puede pensar Poblenou sin El Tío Ché. Son lo mismo. Cualquier persona que venga a vivir, de paso, o haya estado en algún momento de su vida en este barrio tiene los recuerdos de El Tío Che presentes. Nos pasa a todos, dejamos un pueblo, y tenemos algún lugar grabado en la memoria. Amigos, anécdotas, colegio, amores, encuentros y desencuentros, El Tío Ché es una anécdota personal de miles de personas que viven en este barrio.
Y si nos preguntamos porqué el Tío Ché congrega a tanta gente creemos que hay algunas, muchas, diría, razones propias de la tienda, que sabe hacer las cosas muy bien, y otras se explican por las mismas características de Poblenou.
En su historia tuvo dos momentos de transformación: La industrial, hace cien años, cuando el barrio era casi inexistente y las fábricas, le daban una vida complementaria porque éste era el lugar de concentración de la historia industrial de toda España. La segunda, que he tenido el honor de presidir, de los años de la Olimpiada, es la que vivió la transformación de Poble Nou como barrio integrado a la ciudad, un siglo después, y hoy, sin dudas es el barrio más deseado de Barcelona. Pero Poble Nou tuvo muchos años de endogamia. El Casc Antic, donde está la redonda de El Tío Che, era el corazón del barrio, él ágora. Cuando se piensa en una calle peatonal, se pone a la Rambla de ejemplo. Un experto que vino de Bruselas, se refirió a las Ramblas como un ejemplo de peatonalización y de calle vecinal. El Tío Che ha sabido mantener despierto el carácter vecinal, junto a otros comerciantes, las entidades comerciales y vecinales. Ahora se suma un grupo de gente nueva que ha traído nueva savia al barrio, pero Poble Nou, siempre será un barrio tradicional, por tanto quiere tener su centro antiguo: plaza Sant Jaume, el centro, y el Tío Ché su lugar de reunión.»