
El helado artesano de toda la vida
El horchatero centenario de Poblenou dice que un helado es un recuerdo de infancia instalado en el paladar y ocupa un lugar de privilegio en la memoria. Ese cono que venía de la mano de nuestra madre, de regreso a casa y al salir de la escuela, el helado en la playa, el del primer beso, ese que nos acompañó después de la operación de garganta, el que nos consoló cuando quien nos gustaba miró para otro lado. Helado es helado, mucho más que un capricho, es un tesoro que al saborearlo nos trae mil imágenes de momentos tan dulces y mágicos como él. Y si son helados artesanos, mucho mejor.
Curiosamente, cuando queremos intensamente un helado no buscamos un sabor exótico, sino aquél que nos acarició el paladar cuando éramos pequeños, el clásico, ese que se nos iba derritiendo por la camisa, los pantalones y los zapatos. Ese que nos dejaba las manos unidas. Porque si algo es bueno, vale comérselo con todo el cuerpo!
Cuando nos viene el loco impulso del helado, ¿A alguien se le ocurre que sea de malvavisco, de queso parmesano, o de olivas?
El horchatero centenario recuerda al venir de Alicante, en 1912, los papeles que su madre le puso entre sus cosas y como una reliquia. Aquellas recetas de helado, heredadas de su abuela, recibidas de su bisabuela, y así hasta remontarnos a esos helados que se hacían con nieve y a los que se les agregaba alguna fruta y miel para refrescar las tardes de verano. Porque desde que a alguien se le ocurrió aguantar los bochornos del verano con la nieve de las montañas estamos hablando de helados. El maestro horchatero de la esquina más dulce de Poblenou dice que así nacieron los helados artesanos, que se fueron mejorando al gusto y recursos de cada generación. Hoy, y después de mucho batir a mano hasta dejarse la piel y los riñones, la tecnología ayudó a que las mejores natas, frutas, frutos secos, chocolates de varias clases, turrones den lo mejor de sí mismos.El horchatero se pregunta cuánto queda de ese sabor original, y se sonríe al imaginar a sus antepasados saboreando estos helados artesanos. Seguro que estarían sorprendidos al descubrir que la naturaleza se ha concentrado en cada cono. La gente del barrio lo sabe, y es lo que viene a buscar. Cada helado mantiene el sabor a familia, a amigos, a amores, a vacaciones, a días de playa, a esquina feliz. A tardes de bici, a fogatas, a cuando juraron amor eterno con sabor a fresa y chocolate, porque cada helado tiene una parte de secreto, que cuando los pruebas las cosas de cada día se suben a las estrellas y les da un ataque de maravilla.