Este bollo de harina, huevo y leche recubierto por azúcar glaseada ha nacido con una sola función: acompañar a la horchata.
Su antecedente era el bescuït de llengüeta , pero al parecer era tan dulce que fue reemplazado por la rosquilleta valenciana, una masa salada, que agrada a los paladares por el contraste de sabores. Aunque el sequillo no se queda atrás: de consistencia crujiente y semidulce, y es el verdadero precursor del amigable fartó, el que nunca debe faltar en un vaso de horchata que se precie.
Dionisio Polo, le dio alma y sabor propio al sequillo y un nuevo nombre: fartó. Ni hace falta decirlo, en valenciano quiere decir glotón, y su misión es absorber el líquido del vaso en un instante.
La familia Polo tuvo tanto éxito que abrió la fábrica del mismo nombre para elaborarlos en exclusividad, porque en verano a quién se le ocurre dejarlos de lado. Una cosa trae la otra. Hasta que aparezca el sucesor los fartons son el complemento indiscutido de la reina de las bebidas refrescantes de toda España.
Si alguien lo duda puede preguntarlo a diferentes personas de edades varias, y de inmediato vendrá el relato de los días de calor y la horchatita como premio. En Horchatería El Tío Ché damos fe.