Parc del Centre

Parc del Centre

Al horchatero le gusta caminar por Poblenou

El horchatero de Poblenou a veces deja la esquina de la horchatería de Poblenou. Se va a recordar. Aunque del viejo barrio queda poco y tropieza con sorpresas: El parque del Centro es una de esas, cuando llegó al barrio no existía. Le gusta recorrer sus espacios temáticos, evocadores de sensaciones,  donde el diseño ordena al verde. Un millar de árboles, cinco mil arbustos y diez mil plantas trepadoras donde deja volar su imaginación y entre los sauces llorones piensa y piensa. Cuánto ha cambiado su barrio. Éste era un lugar abandonado y triste y hoy son serenos espacios con bóvedas, geometrías insólitas al modo de Gaudí, cráteres lunares, plantas trepadoras y espirales de bounganvillas.

Pero si algo lo chifla es pasear por el pasaje Oliver i Maristany, una pequeñísima callejuela del barrio. Igual a muchas, pero en lo alto de un taller antiguo hay una extraña versión de El elpensador2-1Pensador de Rodin. Seguro que fue obra de un artista que hizo su obra para eternizar su memoria. O para que el pasaje tenga quien lo piense.

El horchatero dice que la chimenea de Macosa se parece a Liverpool. De ladrillo rojo, alta, sin humo, una de las pocas imágenes que quedan de un barrio que ya no es. Fue la última chimenea, en la calle RamónTurró, dice el horchatero, y tal vez, previendo el fin de las industrias, se la hizo, alta, muy alta, de 65 metros de altura. Para que nadie olvide el origen obrero e industrial de Poblenou. Para que nadie se lleve este pasado por delante. Es que la chimenea está llamada a la eternidad, porque su material es hormigón, y su tronco tiene forma de pirámide. El horchatero ya no cree en las casualidades. Esta fábrica llegó a tener en nómina más de 1200 trabajadores, construía autobuses, trolebuses, ferrocarriles, y fue cuna de las comisiones obreras. Sus naves, que ocupaban cerca de 164.000 m2 fueron destruidas dentro del plan urbanístico de Diagonal Mar. Puedes verla: Ramón Turró esquina Provençals.

Gandhi también es vecino nuevo. Entre Llull y Bac de Roda, en el medio de la plaza, este hombre de paz, a pie de suelo, con su cuerpo pequeño, tal como era, está ahí,  recordándonos que la paz es el arma más poderosa. La fundación Comparte, img_1887una Ong barcelonesa que se encarga de proyectos educativos y sociales en América Latina fue la donante de la estatua, esculpida por uno de los socios y premio Nobel de la paz, el argentino Adolfo Perez Esquivel.

El horchatero recuerda el día del enorme incendio que destruyó la fábrica de las calles Badajoz, Bolivia, Ávila y Tanger de la Cartonera Española J. Rius SA. Tres trabajadores murieron y 144 trabajadores perdieron su trabajo. Una máquina que cortaba cartón se calentó y el fuego se hizo con todas las naves. La fábrica producía packagings y de ella sólo quedó una rara escultura publicitaria: Una estructura de pilares y jácenas de hormigón sustentan el depósito, hay una escalera metálica, y parece que su función originaria era ser un depósito de agua, pero ahora, de todo eso, sólo queda la caja como cartel publicitario: De una papelera que hacía cartones ondulados para embalajes, sólo queda un reclamo. Es visible desde cerca de la torre Agbar y rius9los jardines del Museo DHUB, y a simple vista parece un depósito de agua de vieja fábrica. Pero tiene algo extraño: una estrella de David y un cartel que dice: Envases Universal J. Rius SA. Barcelona. La caja es perfecta, tiene incluso las formas onduladas del cartón corrugado. Está abierta, podemos verla con nitidez en la calle Bolivia 40. Y la antigua fábrica en Ávila 157.

Al horchatero centenario le agrada el nombre: Las ilusiones perdidas. Así se llama la escultura que está en Avenida Diagonal y Rambla. Inspirada en una rama de pino bonsái, hecha en granito, manifiesta que en nuestras vidas hay ilusiones que se pierden, pero otras, a las que no renunciaremos jamás, están ahí, alumbrándonos la vida. Le gusta el sentido que le dio Antoni Batllori, cronista de actualidad política, dibujante, pintor, fotógrafo, y escultor, premio Ciutat Barcelona 2008. El artista dibujó para el Diario de Barcelona, Avui, El país y el Jueves, y desde 1994 publica una tira diaria en La Vanguardia. Batllori dice que la escultura es una muestra de las ilusiones y desilusiones y de la capacidad de renacimiento.

El horchatero tiene lo suyo también. Alguna vez se va caminando hasta el cementerio, le atrae ver este afán de eternidad que tienen algunas personas, y para ello cómo construyen para la vida y para el morir. Pero lo que más le atrae recordar es lo efímero de todas las cosas y lo difícil que es permanecer en la memoria. Y cuánto hay que esforzarse para ello, madre mía.  El Beso de la Muerte le impactó. El conjunto escultórico tiene un aire teatral que sorprende y contrasta con el resto de obras funerarias del entorno. Es tan valiosa esta obra que se replicó en toda Europa. Nadie la olvida.

Dplaza-prime regreso no puede dejar de sentarse un rato en la plaza de Prim, para él esa plaza es el pasado que se ha ido. Imagina allí los antiguos pescadores tejiendo sus redes y bebiendo su barretja después del trabajo. Allí se advierte la parte más antigua del barrio, la que da pistas de un Poblenou que late bajo la sombra de los tres ombués. Su forma cuadrada, la fuente y los árboles le dan un carácter casi de sueño. Quien no sabe de cómo era igual percibe que no es un lugar para pasar desapercibido.

Y no porque la tenga enfrente, y no porque la vea todos los días va a pasar por alto su rotonda. Ni su árbol desde el que la mira y la adora, ni los bancos donde se sientan los vecinos, ni el latido incesante de cada día. La rotonda de las celebraciones, la rotonda de las estaciones, la rotonda de los niños que se hacen mayores, de los niños que fueron un día y hoy empujan el cochecito de sus nietos. La rotonda de la vida misma.