El horchatero centenario de Poblenou, escucha en el barrio hablar de gentrificación, -¿Qué es?- pregunta a un vecino: Cuando sectores de recursos se trasladan a vivir a un barrio y desplazan a los habitantes de menores ingresos, que se ven forzados a irse hacia zonas generalmente con menos servicios urbanos y con un sobrecoste adicional en el transporte.
¡Ahá!
En esa esquina de la Rambla de Poblenou se aprende de todo.
El horchatero no ve clases altas en Poblenou, más bien, ve familias nuevas de jóvenes que llegaron al barrio cuando era barato, profesionales que crearon e impusieron su estilo de vida, y además, que se han integrado con el de los poblenovins de toda la vida.
Y si, las inmobiliarias, hicieron su negocio, con poca intervención pública. Al horchatero, más que los vecinos le preocupan los comercios de oportunidad, esos que buscan hacer unos veranos, y salvarse. No interesa cómo, ni a costa de qué. También estas prácticas hacen que la gente del barrio, la que trabajó con calidad, toda la vida en el mismo lugar, y a veces con el esfuerzo de varias generaciones, baje los brazos.
Y también le preocupa que el barrio se convierte en un producto de consumo, donde todo es negociable: vecinos, comercios, importa dar una buena imagen, el alma del barrio vale poco. El horchatero se pregunta: ¿Debe el barrio aceptar maquillajes para su venta? Es bueno que el barrio se convierta en un escaparate y los vecinos en sus productos? ¿Y qué sucede con quienes no están en perfectas condiciones de venta? ¿Se los desecha? Queremos ser de moda, pero cuándo nos excluyen nos quejamos.
El horchatero dice que somos nosotros los que tendremos que hacer los cambios, cada vecino.
Con el pretexto de la globalización queremos comer de todo y ya, no importa que esas frutas, verduras y carnes vengan del otro lado del mundo, pero después nos quejamos; queremos que todo sea fresco, quilómetro cero y sano. Todo no se puede…
Nos molesta la gentrificación pero queremos alquilar el apartamento al precio más alto. Quien compró un piso y lo pone en alquiler quiere rentabilizar el coste de la hipoteca y no sólo aspira a pagar la deuda, en muchos casos abusiva, entonces, el precio se infla. ¿Quién tiene la responsabilidad?
Queremos la vida de barrio, pero las rebajas las hacemos en las grandes tiendas dejando de lado el comercio de proximidad. Buscamos vestir a un precio de nada, para tener el armario lleno de bote a bote, con ropa que nunca usaremos, pero luego denunciamos que la ropa se fabrique en el tercer mundo, que se explote a los trabajadores hasta condiciones de esclavitud, y pedimos boicot a las grandes marcas. Pero nos resistimos a pagar al comerciante del barrio, que compra productos fabricados cerca nuestro, con buen diseño local, y si tiene empleados, los reconoce y valora.
De verdad, se dice el horchatero: Queremos todo y ya, y cuando nos damos cuenta de las consecuencias, culpamos a todo Dios, el problema está afuera. Pero mientras tanto, las tiendas de barrio van cerrando, y nadie parece enterarse. Las que aportaban verdadera calidad a nuestras vidas, ya no están. El horchatero de la tienda más antigua de Poblenou, se pregunta dónde va el dinero que gastamos, lo más lógico es que no se fuera del barrio, ¿o si?
¿Queremos sostenibilidad pero acaso hay algo más sostenible en una economía sana que el comercio cercano? Un barrio sostenible dice el horchatero de Poblenou, diluye los aspectos negativos de la gentrificación y prospera. Él siempre recuerda lo que le hace permanecer en la misma esquina durante más de un siglo, siendo pequeño y con deseos de no dejarla jamás:
Si compras en el barrio, los beneficios se quedan en el barrio, esto evita que la gente se vaya.
Fomenta un clima de intercambio de comercios y servicios en el barrio. Si tú me compras es probable que prefiera comprarte a ti.
Los comercios del barrio dan la vida a un barrio.
Las pequeñas tiendas crean empleo.
Evitan que la riqueza se monopolice en pocas manos
Sus luces y presencia nos dan seguridad
Colaboran con las actividades del barrio y lo hacen grande.
desde l’infancia que el conec i vull que hi continui «El tio Ché»
Moltes gràcies Teresa per vostres desitjos.