Tere Moreno

¡Viva la primavera!

Alguien nos dijo hace mucho tiempo que la mejor manera de celebrar un día de sol es con una horchata en mano y un buen amigo en la terraza de El Tío Che de Poblenou. Esto parece ser cierto a juzgar por la cantidad de visitantes que no dejan pasar un solo día sin hacer un alto en nuestra  centenaria esquina de Rambla 46 de uno de los barrios más atractivos de Barcelona. La mágica rotonda de Poblenou mantiene, multiplica y exalta su fisonomía de vecinos de toda la vida y varias generaciones, junto a turistas y viajeros que no perdonan el chapuzón en el mar, muy cerca y de paso, y una multitud de parejas jóvenes que eligieron Poblenou para ver crecer sus niños en una de las zonas más atractivas de la ciudad.

En esta suma de buenas cosas, a las que podríamos seguir agregando datos entrañables y encantadores,  la esquina de El Tío Ché es el centro de reunión del barrio. Aquí se producen los encuentros, los amores, las charlas de medio minuto porque tengo el fuego encendido, las últimas noticias, los proyectos de cooperación con los vecinos, pues, aquí decimos, sucede de todo. Y mientras sucede buenos son los granizados, helados, horchatas, leche merengadas y unos bocadillos hechos con la misma pasión que el primer día, y que están en la memoria de todo buen urbanita que los probara en tiempos que ya no volverán. Pero no sólo estos sabores intranquilizan los paladares, porque seríamos injustos con ese aroma a chocolate que altera el olfato y lo desespera desde noviembre a marzo. Primero con los turrones, vaya, vaya… turrones artesanos de verdad, de corte asimétrico, letras manuales, si, hechos con la mano al ciento por ciento. Para qué haría falta la máquina si lo que da felicidad es embriagarse en el obrador viendo cómo van saliendo las piezas, cada una distinta de la otra, claro, depende de tantas cosas… no somos cada día los mismos.

Aquí nacieron Alfonso, María, Pepe, aquí se sumó Teresa, las niñas Natalia Irene, y ahora Cristina, la pequeña. Aquí vivieron tres generaciones, la primera no llegó a conocer el barrio. Encallaron en la Barceloneta, y también fueron famosos. Siempre con lo mismo: horchatero a tus horchatas, como debe hacer un alicantino de pura cepa y de aquellos tiempos. Merece la pena venir a conocer la esquina más dulce de Poblenou, conocer gente simpática y probar los sabores de toda la vida junto a los más nuevos y ¡darse el gusto!