La horchatera pregonera

Once de la noche. En Poble Nou el 8 de setiembre nadie estaba en su casa. A juzgar por la cantidad de mesas dispuestas en la calle todo parecía suponer que los vecinos decidieron que esa noche la calle era su hogar.

Como cada segundo sábado de setiembre, y así a lo largo de la vida,  la Fiesta Mayor del barrio hace que las luces se mantengan encendidas hasta la madrugada. Algo poco frecuente en este barrio trabajador. Y marchoso, porque si contamos las fiestas que hubo en estos meses, vemos que nadie se puede quejar de la movida y que en Poble Nou no hay quien deje de plantar cara a la crisis más terrible de la historia.

Es un ejemplo, por cierto, que todos debiéramos imitar. A la crisis trabajo y alegría. ¿O hay otra manera de invitar a la creatividad, esa que nos hace falta para dar respuestas contundentes como las que nos exige la vida cuando el piso se mueve?

Día de Pregón. Día de bestias, gigantes y diablos sueltos. Día de niños sobre los hombros de los padres porque nadie puede perderse la Cercavila. La de cada año, y la que trae cada vez una magia renovada. ¿O no se nos detiene el corazón cuando el Drac, Estarrufat, así se llama este vecino fogoso de fibra de vidrio,  saluda al pregonero? En este caso a la Pregonera, porque el mérito lo tuvo Teresa Moreno, en nombre y representación de los cien años de trabajo y entrega de la familia Iborra en la horchatería El Tío Che.

La propietaria de la horchatería El Tío Che nos dijo cosas sencillas, esas que salen del corazón y de mantener la memoria viva. Nos dejó sus recuerdos del barrio, de cómo era, cerrado y obrero, de la Barcelona industrial, y también este otro, de cara al mar, de brazos abiertos y de tiendas, comerciantes, vecinos de toda la vida, y recién llegados. Explicó que para ella era muy raro estar haciendo el Pregón, en Fiesta Mayor, cuando la Horchatería está a tope, y su lugar es allí. Transmitió la gran alegría de poder compartir y pertenecer a la esquina más dulce de Poble Nou, dulce por las tiendas que la conforman y dulce por la gente. Es que basta estar una hora en la rotonda donde está la Horchatería para darse cuenta de que lo que dice es verdad. Hace falta acercarse cualquier día y a la hora que sea para comprobar que este barrio y esta esquina tienen “caliu”.