gente-en-la-calle.1-300x199Cómo puede ser que admire tanto a esta Rambla si ya llevo más de cien años viéndola, se pregunta  por quinta vez en el día el horchatero centenario. Me gusta en verano, cuando nos enamora en cientos de idiomas, en otoño, cuando se vuelve íntima y reconozco las voces de mis vecinos, también me gusta cuando enmudece, en los días cortos de invierno y ahora, en primavera, cuando toman la palabra los pájaros, las tardes largas, los amigos y la playa nuestra de cada día, en Primavera la Rambla de Poblenou es promesa.

Al horchatero le gusta la Rambla y  no sólo por las estaciones. Es que la vio de muchas maneras: en tiempos de paz y en tiempos de guerra, en tiempos de estrechez y de abundancia, la vio de muchos colores.

En 1853 nacía el passeig del Triomf, bautizado así por el arquitecto municipal Antoni Trìas, como parte del plan Cerdà. Casas, tiendas y talleres fueron cambiando la fisonomía de este lugar casi desierto. Pere Falques, el arquitecto, creó un proyecto que hizo del paseo nuestro motivo de orgullo poblenovino. El passeig del Triomf, nuestra

Antigua Rambla del Poblenou

Antigua Rambla del Poblenou

Rambla, se considera la columna vertebral de la vida social del barrio, y un placer su recorrido,  en él se encuentran viviendas modernistas interesantes como éstas: Rambla de Poblenou, 102 – Pallars, 222 es una obra del arquitecto Jaume Bayó i Font conocido por su colaboración con Domènech i Montaner pero sobre todo con Antoni Gaudi, en casa Batlló i la Pedrera.  Nuestra horchatería El Tio Ché, en la Rambla 44, de estética modernista, tiene un mostrador con arabescos, y unos cristales art nouveau grabados al ácido en una puerta lateral, motivo de visitas de especialistas y fotógrafos.
El Casino de la Alianza, es de Amadeu Llopart, 1929 y hay un monumento muy interesante a Mossèn Pere Relats en Rambla y Dr. Trueta.

La Rambla es fiel a sus habitantes

 En  La Rambla de Poblenou hay detalles que no se ven a simple vista,  en el suelo del paseo, por ejemplo, hay 11 placas conmemorativas de personajes relacionados con Sant Martí. Aunque ahora no queda ninguno, la calle llegó a tener cuatro cines La Aliança Vella, Casino, Califòrnia y Triomf. Y como hecho curioso, investigaciones del Arxiu Històric del Poblenou dicen que en los años 50 y 60 había un prostíbulo, como lo leéis.

En la Rambla 102 hay una placa a Xavier Benguerel, y en la esquina está su casa, en Llull, entre Marià Aguiló y Rambla. Otra a Joan Agustí i Carreras, alcalde de San Martí que un día se suicidó de un tiro, en 1891.

canemA las Chinches del Canem también se les recuerda en una placa, aún el horchatero tiene en su memoria los pies ligeros de ellas,  las mujeres trabajadoras de la fábrica de Godó, vestidas de negro, de ahí su nombre, que cada día atravesaban las Ramblas para llegar a trabajar entre las calles Llacuna, Ramon Turró y Llull, y luego regresaban, también de prisa para continuar con su jornada invisible e interminable de amas de casa. Estas heroínas silenciosas que se vieron obligadas a trabajar con sus niños al margen de un trabajo casi esclavo, no reconocido y mal pago.

Otra placa recuerda al líder anarquista Joan García Oliver que se rebeló contra la explotación de los patrones. Fue ministro de la República en los primeros meses de la guerra civil, es inexplicable que un incrédulo del estado haya sido parte de él, cosas raras de la historia.

6055 Rambla _1950_En su novela Suburbi, el escritor de Poblenou Xavier Benguerel a veces le llama  el passeig Triomf y otras La Rambla, pero lo cierto es que la Rambla fue escenario de toda la vida del barrio: luchas entre anarquistas, entre obreros  y bienestantes, entre iglesia y ateos. Durante la guerra civil los bombardeos venían desde el mar, desde el aire y la tierra. Por las proximidad de las fábricas y por el carácter antifascista de la resistencia.

Por allí pasaba el tranvía número 36, primero con tracción de caballos, luego con la energía eléctrica. Benguerel en Páginas de un adolescente dice: “Bajábamos del tranvía en el puente dels Angels, y de allí hasta la casa de ella íbamos a pie, del brazo por las calles de Llull o PUjades, hasta llegar a la Rambla, unas calles oscuras, misteriosas…”

Las Olimpíadas terminaron de darle su gracia, y es cuando La Rambla del Poblenou llega hasta el mar. El horchatero centenario de Poblenou recuerda… Cuando llegó al barrio ya estaba  Villarroya, de quien luego fue familia, zapatería fundada en 1870, la tienda más antigua de la rambla. Fabricaban zapatillas de yute, de lona y zapatos, y en un momento dejaron de vender zapatos de niño, porque el barrio envejecía, pero ahora los traen de nuevo, porque Poblenou se ha llenado de peques, la Rambla y el barrio están de moda.

Jordi Fossas dice que «Poblenou ha cambiado más de 1992 a la actualidad, que en los 100 años anteriores»,
farmacia-prats-1140x516La Rambla ha visto cómo nacían nuevos comercios, heladerías, librerías, restaurantes, tiendas de productos naturales, bares, tiendas de moda, peluquerías. Muchos de los propietarios son vecinos, comerciantes que quieren permanecer, colaboran con el barrio y han contribuido a darle la fisonomía tan singular que tanto atrae a propios y ajenos. Qué hubiera sido del barrio sin estos comerciantes que jamás bajaron los brazos, que soportaron crisis y más crisis, que tuvieron la mística de aceptar las situaciones adversas mostrando su mejor sonrisa, porque sabían que querían quedarse, porque este era su lugar en el mundo. Resistieron a pesar de las grandes superficies y del comercio de oportunidad que intenta salvarse en una Navidad. Resistieron y son la base de ese comercio de proximidad saludable, que aporta calidad y la identidad de nuestro barrio. El anciano horchatero valora este barrio de celebración de fiestas mayores, paseos, actividades asociativas, sede de la cooperativa Flor de Mayo, camino a una playa conquistada que ya no da más la espalda al mar, donde se celebraron tantos carnavales y glorias del Júpiter, el equipo de futbol que extendió fronteras. Este rincón de Barcelona que fue motor fabril de España, sede de la Barcelona Olímpica, la que abrió sus puertas al mundo, después de tantos años de silencio y opresión. De esto saben los comerciantes de toda la vida de la Rambla, los que no saben hacer otra cosa que mejorar y mejorar, la única manera de permanecer y hacer barrio.