
El café y la iglesia
Imagínate en pleno siglo XVII al Papa Clemente VIII en plena homilía durmiéndose sobre un misal, delante de todos los fieles. Ahora vemos que se le acerca al púlpito un sacerdote y con todo disimulo le ofrece, bondadoso y comprensivo una taza de café. ¿Lo ves? A los pocos minutos de probar el brebaje trata de ver que la misa tiene un ritmo eufórico y devocional que eleva las almas de cuanto fiel hubo ese domingo en la Basílica. Eso hizo el café al llegar a Europa. Locuras. Pasiones. Intrigas. De todo. Lo que hizo decir a algunos sacerdotes católicos que era una amarga invención de Satanás, pues lo veían como un posible sustituto del vino, el cual, en su opinión, había sido santificado por Cristo. Así lo dice el libro Coffee y también dice que para resolver el dilema religioso, bautizó el brebaje, para quitar su halo pecaminoso.
Y te lo decimos con seguridad. Desde que se lo conoció enamoró: Una leyenda sobre su origen es la de un pastor de Abisinia que observó el efecto tonificante que unos pequeños frutos rojos habían tenido sobre las cabras que lo consumieron y que él pudo comprobar al probarlo y ver el subidón energético que sintió. Algunos atribuyen a los oromos, unos pueblos de Etiopía y Abisinia, el descubrimiento del poder energizante del café. Parece que lo mezclaban con grasa para tener superpoderes en sus invasiones guerreras.
Cómo expandió un pequeño grano de café por todo el mundo
Abd Al-Qadir al-Jaziri explica que el café se trasladó desde Etiopía a Yemen en el XV donde los sufíes lo utilizaban para sus oraciones en movimiento, en el mundo árabe se llamó gahwa que quiere decir energizante. Y en 1510, había comercios de café, los cafés (kahwe khaneh), desparramados por el Cairo y la Meca. Allí se jugaba al ajedrez, se disfrutaba de la charla y de la música. El Corán lo prohibía, porque como el vino y el hashish ponían en peligro la estabilidad social. Un año más tarde en 1511, Khair Bey, el gobernador de la Meca dijo adiós a las cafeterías y a su bebida estrella. Pero un sultán, con más poder que el gobernador lo restituyó, faltaría más, quien puede prescindir de un buen cafelito y de hacer buenos negocios con él. Su uso llegó a Persia, Egipto, Africa y Turquía, y en XV , los árabes introdujeron el café en Persia, Egipto, sin embargo, el entusiasmo era tal que una ley turca de la época sobre el divorcio precisaba que una mujer podía separarse de su esposo si éste no le daba una taza de café diario. En 1630 un millar de cafeterías proliferaron en El Cairo. En una cafetería de Leipzig hay una escultura de un hombre con traje turco recibiendo una taza de café de manos de un chico. Su exportación no estaba permitida, pero los holandeses llevaron semillas en 1616 a Ceilán y Java. Y en 1706 desde Java a Amsterdam. De all{i viajaron las semillas a Surinam y el Caribe y en 1714 el rey Luis XIV recibió de regalo un cafeto que se plantó en el Jardín Botánico de Paris. Los franceses los llevaron a la Isla Reunión donde solo nació un árbol, del cual se hizo un cafetal. Fueron trasplantados a sus colonias de Martinique. Desde la isla se repartieron semillas a todas las colonias americanas menos a Brasil, Guayana Francesa y Surinam. La Guayana consiguió semillas d emanos de un delincuente que al escapar de Surinam se llevó algunos esquejes y semillas, y así pudo lograr su libertad. En Brasil el café llegó oculto en un ramo de flores. Surinam y la Guayana tuvieron una disputa de fronteras y Brasil medió en el conflicto. Así fue como A francisco de Melo Palheta, el mediador la mujer del gobernador le entregó en gratitud un ramo de flores y escondidas, semillas de café. Así es como desde 1727 Brasil tiene su próspero negocio de café.

Antigua cafetería. Berlín
A Europa llegó en 1650, importado, y se abrieron muchas cafeterías en Oxford y Londres. La primera se abrió en 1652. Allí vieron la luz las ideas liberales a través de filósofos y personas cultas, lo cual causó el cierre de las cafeterías bajo el pretexto de criminales ofensas al Rey Carlos de Inglaterra. En 1700 había dos mil cafeterías. En Berlín se abrió la primera cafetería en 1670 y en París, el café Procope en 1686 allí se inventó el café filtrado. En Viena en 1683 surgen los entrañables cafés famosos en todo el mundo. En 1734 Johann Sebastian Bach compuso su célebre Cantata del café (BWV 211), donde una chica le pide a su padre que no la castigue prohibiéndole el café y que su marido no le impida su consumo. En Rusia se lo prohibió porque energizaba.
Cuando el café llegó a América
Tiempo después llegó a América y fue ungida como bebida nacional después de que lanzaron al mar el té como rechazo a los impuestos que cobraba la corona inglesa, durante el motín del té en Boston. El café fue aceptado definitivamente en el siglo XVIII. Pronto los grandes cultivos se desplazaron a Ceilán e Indonesia, y se consolidaron posteriormente en América del Sur. Los capuchinos llevaron las semillas a Venezuela desde el Brasil, y a Colombia llegaron de las Antillas Francesas. En 1784 los misioneros capuchinos llevaron las primeras semillas de café a Venezuela desde el Brasil, mientras que a Colombia llegaron desde las Antillas Francesas. Pero en las colonias de América los colonos lo veían como un mediocre reemplazo del café, pero durante la guerra de la indepencia aumentó su demanda.
Así fue la expansión mundial de este árbol mágico que nació en Etiopía, antes llamada Abisinia, en el oriente de África. Probablemente originario de Kaffa, en los bosques altos, a 1300 metros de altitud. Este arbusto ha sacado del sopor a la humanidad entera, porque quién no ha recuperado el talante después de una taza de un buen café. Además el café es un hecho social que une a los amigos, hace felices las sobremesas, y pone el punto de partida a las reuniones de negocios.