El 2 de junio, bien temprano, pasaban cosas en Poblenou. Una peña subida a escaleras colgaba banderas entre los árboles de la rotonda. Y cuando los que suben y bajan son la Colla del  Drac del Poblenou, lo dicen sus camisetas, es porque se está armando una buena. Una tarima montada en la gloriosa rotonda, la más dulce,  y entre cables, sonidistas, los instrumentos y acordes de las Mamelles de la Vibria probando-probando y los vecinos. Cuando los vecinos miran impacientes es porque la fiesta va a comenzar.

En medio tanto preparativo Manel Ollé un emblema del barrio, el jefe de familia de El drac, la Vibria, Fénix, y otras bestias entrañables nos da su parecer sobre El Tío Ché.  -“La horchatería podría ser cualquiera, la horchata podría ser muy buena, pero El Tío Ché es una institución del barrio, es un punto de reunión, El Tío Ché  es la gente que la lleva. Ellos tienen la actitud, la iniciativa, la colaboración, la solidaridad, para nosotros, la gente del barrio,  la Alianza sería como la plaza Cataluña y El Tío Ché sería como El Corte Inglés.  Yo regresaba de la escuela y la señora de la Horchatería  vendía unos bocatas de mortadela tostados, que madre mía. Mi esfuerzo de cada día era  conseguir que mi abuela me comprase uno para merendar. Recuerdo cuando comenzaron a hacer turrones, en los noventa, era muy bonito. Los quemaban fuera de la tienda, y veníamos con mi hija, tendría un año o dos, pero esto ya está prohibido. Me viene el aroma del azúcar quemado, me recordaba a Sant Josep, por tanto en mi nariz se mezclaban las sensaciones de las  fiestas de Sant Josep y Nadal.