Si alguien mantiene viva la leyenda, esos son los chicos y chicas de la horchatería, se dice el anciano horchatero para sus adentros. Porque un día fueron niños, y quien se precie de niño hace un berrinche en la puerta de El Tío Che, y un helado es un helado. No sólo en la puerta de la horchatería, porque niño sin helado no se concibe y a veces los padres no se enteran. Así, de este amor de años, vienen los colaboradores, y vienen con ganas, primero, de helado, horchata, leche merengada, bocadillos y lo que tercie, y luego, de pagar sus estudios, porque todos son estudiantes. Estudiantes de sus carreras, y aprendices de vivir en familia numerosa y trabajar en equipo.
El equipo de El tío Che es una de las notas de color de la horchatería. Nadie se explica cómo en medio de las colas tremendas de los fines de semana estos chicos se las ingenian para sonreír, reír y divertirse. Y esta es una vieja costumbre así que buscamos los motivos de tanta alegría, y no es mito corporativo, entre los chicos que ya se han ido, y los que están todavía. David el Tejo es de otra etapa, él conoció a la horchatería en plena transición. Trabajó en el Tío Che doce años y desde los 17. Vivió el cambio de un modelo de camareros, de copas de vidrio y atención a la mesa, a la etapa de autoservicio. Era del barrio y supe por uno de los camareros de entonces, de los tradicionales pingüinos, los de camisa y pajarita, compañero de instituto que en el Tío Che buscaban gente. Trabajé dentro, ayudando a hacer la horchata, con Pepe, el hermano de Alfonso. Hice una maratón de verano, sin un día de descanso, y tanto me gustó que decidí quedarme. Soy testigo de las historias de los camareros, de Alfonso padre, de Alfonso y Tere cuando eran jóvenes. Los camareros tenían una relación muy diferente entre ellos y con el personal de barra, estaban por encima a nivel salarial, cobraban de otra manera e iban por su cuenta, eran gente de edad, no compartían con nosotros, éramos sus subalternos. Hacían bromas simpáticas pero pesadas. ¿Sabes qué es el pelagambas?
Al chico que acababa de entrar, al nuevo, le decían que el jefe iba a hacer helado de gambas y tenía que ir a por la máquina, que es una máquina especial para no pelar las gambas a mano, y como era muy cara, se compartía entre varios bares del barrio. Implicaba que el chaval tenía que ir a buscar la máquina en cuestión, y estaban de acuerdo varios bares, así que el chaval iba de bar en bar buscando la máquina y no la podían encontrar. El chaval llegaba al bar y como estaban todos compinchados pues, se pasaba un buen rato hasta que un bar le daba un cacharro, el que más pesaba, y el chaval partía a la horchatería convencido de haber encontrado el pelagambas.
Recuerdo al Iaio. Fue un personaje muy importante, era el testigo de otra época pero no estaba detenido en el pasado, no contaba batallitas sino que se adaptó a los nuevos tiempos. El cambió los estilos de trabajo. Cuando comenzamos a trabajar se curraba desde el primer día del verano al último sin descanso, en cambio, él luego, fue flexibilizando esto y ya nos organizamos por turnos y la gente tenía más libertad para acomodar sus horarios. Con las generaciones siguientes el jefe vió que el personal que entraba era diferente, que había que tratarlo con cierto paternalismo. Tere también supo flexibilizar, los chavales necesitan tiempo para sus exámenes, y esto en el Tío Che siempre se tiene en cuenta. Tere siempre hizo por nosotros, hasta el punto que una vez cuando volví del servicio militar comenté a Alfonso que quería llevar una coleta, y me dijo, palabras textuales: ¿tú crees que una horchatería es un sitio adecuado para llevar pelo largo? Tere habló con él y a regañadientes lo aceptó. Yo llevaba una trenza, todos me recordarán por esa trenza, las señoras me decía el noi de la trena. Ahora ya van con piercings, con tatuajes.
Trabajé a gusto, como en ningún sitio y descubrí en la horchatería mis aptitudes de comunicación, yo no he sido el mejor, pero tuve muy buena relación con el cliente, me desarrollé como persona social en el Tío Che, más que en otras instituciones en la sociedad. No sólo con el público, sino con mis compañeros, y los clientes.
Yo inventé el Chufa Monster, es tan tonto como esconderse en el armario de las chufas, y cuando llegaba alguien a cambiarse se le explicaba que habían sentido ruidos, y que parece que hay alguien fantasma allí, y yo abría la puerta del armario y daba un grito. El sustazo que le dabamos… qué tontería… Luego hicieron una peli con el Chufa Monster…me emocionó saber que los chavales han mantenido la leyenda. Con Tere y Alfonso íbamos al cine, han sido mis hermanos mayores durante años. El abuelo tenía muchas frases, he aprendido más frases de él que de mi padre: El decía molt be nen, sempre ho farás tu. Era una mezcla de felicitación burlesca valenciana y paternalismo, así fuera algo muy sencillo de hacer, te lo decía como si fueras el supercalificado.
Silvia estudiaba psicología y durante su carrera trabajaba en la horchatería: Cuando era el cumpleaños de alguno de ellos, ponían un cartel en la tienda y los clientes cuando llegaban los iban felicitando. Poníamos la foto mía, por ejemplo, Silvia cumple años, y los clientes nos saludaban, era un día chulo, de verdad… había muy buen rollo, éramos una familia, a veces plegábamos a la una de la mañana y nos quedábamos todos hasta las cuatro, tomábamos algo, nos quedábamos conversando… hemos hecho amigos allí, amigos para siempre. Aprendí lo importante que es trabajar en buena sintonía con el equipo, a trabajar relajada, a gusto, entre gente que te aprecia, y eso es genial. Trabajas con mucha tranquilidad, aunque hay mucho trabajo en el Tío che, pero si tienes sintonía das todo de ti. Cuando eres parte de un buen equipo y hay un problema, poderlo hablar no tiene precio. Es más fácil todo cuando se está a gusto. La Tere es una persona que facilita las cosas, intercambio de horarios, ella está allí para lo que surja, nos ayudaba, siempre teníamos con quien hablar. Esto es parte del éxito de la horchatería, la proximidad. La mayoría de la gente tiene a alguien trabajando en el Tío Che, o un conocido, o algún vecino. Esa proximidad hace que se lo viva como una parte de nuestras vidas. Mucha de la gente que ha trabajado allí es del barrio, y el primer helado todos lo hemos tomado allí, o la primera horchata, es parte de la vida de toda persona de Poblenou.
David lleva seis años en la horchatería, ya hizo una licenciatura en psicología y una diplomatura en relaciones laborales y ahora comienza el master en dirección de recursos humanos.He trabajado en muchos lugares, pero no me he sentido nunca como aquí, estuve en trabajos donde los jefes son una sombra, en cambio aquí, los jefes están, trabajamos todos codo con codo, esto no sucede en otros lugares, cuando tienes algún problema se preocupan, como te ha ido esto, cuándo vas a comenzar y lo de más allá… hoy justamente Teresa me preguntaba por mis estudios, eso es algo que ayuda a dar de ti. Siempre hay algún roce, como en toda familia, pero he estado en trabajos donde pasas las ocho horas sin hablar con tus compañeros, aquí no hay órdenes, nos pedimos ayuda. Yo creo que cada día conozco más a la gente, a los clientes, siempre hay alguna persona que puede estar enfadada, uno contra diez, pero el noventa por ciento es gente muy simpática que te pregunta, que quiere saber del producto, que tienen curiosidad de saber de la empresa, si hacemos nosotros el helado, cuando les decimos que sí, que lo hace nuestro jefe, les agrada. Es bonito estar aquí, la gente viene aquí a pasar su rato de relax. Poblenou es un pequeño pueblo, en verano hay un pico más de turistas, pero la mayoría de la gente es vecina, que se recomiendan unos a otros. Mira, que te voy a llevar a un lugar donde los bocadillos están de muerte, o ven a probar un helado artesanal, y se van recomendando… entiendes a la gente. Nuestros clientes son conocidos, gente que conocemos, con cara y ojos. Yo conocí al padre de
Alfonso que impulsó el negocio, siempre estaba pensando cómo podemos hacer para que esto vaya un poquito mejor. Esas ganas, ese saber hacer, ese bagaje que pasa de padres a hijos, es un saber acumulado. Si las cosas se hacen bien no tenemos que tener miedo, si ahora viene una persona que quiere aprovechar el pequeño boom turístico no hay que preocuparse. Como decía el padre de Alfonso, no hay que ocuparse de los demás, sino de hacer las cosas bien, y que la gente se vaya contenta.
Emilio es del grupo «de los de antes», los memoriosos, los que pueden explicarte una anécdota tras otra: Recuerdo una vez que Alfonso nos hizo al personal un helado de cerveza y otro de vinagre. El de vinagre era una broma. Había un personaje famoso que siempre venía por las mañanas a tomar horchata. Se trataba del actor llatzer Escarceller un viejecito muy bajito y gracioso. Era famoso por haber trabajado en el programa de TV Makinavaja, junto a Rubianes. Solía sentarse a tomar una horchata que era más grande que él, y le lanzaba piropos a mi compañera, Flora. Piropos es poco decir…Recuerdo salir de fiesta un verano por la noche a un evento llamado Firaestiu, por la avenida Maria Cristina, creo que era el cumpleaños de Tere o de Alfonso, y salimos de copas a cerrar la anoche. Tere tendría unos treinta años y poco, y yo tal vez menos de 20. Recuerdo que ella tenía mucha energía y alegría bailando y me dijo, a ver si cuando tengas 40 llegas con la misma energía. Y hoy puedo decir que no. Y siempre que veo a Tere en el Facebook o tras el mostrador tiene la misma vitalidad, la misma alegría.
A nosotros se nos daba por el rock lo oíamos a volumen bajo todo el tiempo, hasta que de pronto… ¡Rafaela Carrá! Alfonso ya no aguantaba más nuestra música…
Victor lleva nueve años, comenzó a los 16. Es su primer trabajo, pero sabe que la familiaridad no se encuentra fácilmente, esa que se manifiesta en el trato entre compañeros, y con la familia de los jefes, la buena relación, el buen rollo. Para mí es lo normal, cuando salga de aquí me dará algo. Yo no trabajé en otro lado. Mi familia me lo ha dicho, mi hermana, que también trabajó aquí, me dijo que lo que encuentro aquí no lo encontraré en otro lado. Ellos insisten en mantener el buen trato a la clientela, al barrio en general, y también a los turistas, regalar un rato de placer, y mostrar todo el producto, por más prisa y cola que haya, la gente tiene que conocerlo, y nuestra obligación es animar a la gente. Conocí al Iaio hablaba con la gente, era un símbolo del barrio, la gente venía preguntando por él, la gente viene se interesa por la familia. Me gusta el trato con la gente, he aprendido a trabajar en un equipo, todos coordinados para que todo salga bien, a sobrellevar el stress de mucha gente, y reír, a disfrutar del trabajo. No creo que esto suceda en muchos sitios. La mayoría de nosotros está puesta en una meta, todos tenemos nuestro proyecto personal, graduarnos.
Joan trabajó en la horchatería y tiene su anécdota: Cada vez que había que cerrar la puerta principal, Tere me gritaba; Joan, la porta, entonces el presidente del Barça era Joan Laporta…me acuerdo de Alfonso, que estaba por ahí, cuando venía San Joan, Tere compraba cocas, cava y como era mi santo siempre me lo daban libre, pero yo igual venía, no quería perderme la coca ni el cava. Eramos muy amigos, molaba. Lo pasábamos muy bien, cuando había curro, había mucho curro, pero fuimos una gran familia. El día de cumpleaños de Tere, habían ido trabajadores de varias generaciones, dónde vas a encontrar esto? me pagué los estudios trabajando en el Tío Che, estudié teatro, y es muy caro, me implicaba muchas horas, entonces solo podía tener un trabajo de verano, cerca de casa, y muy bien pagado, y muy contentos todos. Si no fuera por El Tío Che no sería actor. Ahora me dedico al teatro, cine y televisión. He aprendido muchas cosas en el Tío Che, y aprendí a trabajar duro, pero encontrarle el lado bueno, yo estaba enamorado de la horchatería antes de trabajar allí y, es verdad, era fan, un negocio familiar, quieren su trabajo, da gusto ver a Tere y Alfonso, darlo todo. El otro día llevé a mi pareja a hacer la ruta de producción de horchatas y helados, y ves la pasión que ellos tienen por su trabajo, eso es vital, eso es un negocio familiar, cada vez quedan menos, la Rambla está lleno de cadenas, que les importa un pito lo que están vendiendo. En cambio, ellos saben lo que venden, lo quieren, lo intentan mejorar cada año, es increíble. Yo era el que se tomaba los errores: Cuando te piden una horchata y te equivocas y les sirves leche merengada, no importa, porque el vaso está limpio, puedes volver a poner la horchata, pero si han pedido una bebida mezclada como un mig mig, un blanco y negro, y alguien se confunde, no puedes volver a servir en ese vaso, porque ya está hecha la mezcla, tampoco lo puedes volver a echar, me lo tomaba todo yo. He probado todas las combinaciones posibles de El Tío Che, no hay nadie que haya probado tanto. Recuerdo al Iaio sentadito ahí, en su mesa de mármol, mirando todo, no perdía detalle…
Inés trabajó doce años. Estudiaba biología, y trabaja en un servicio de prevención de riesgos. Recuerdo que éramos una familia, nos íbamos con Teresa y Alfonso de fiesta, luego Alfonso me llevaba a casa, todos nos íbamos por ahí, entré a trabajar cuando Teresa estaba embarazada de Natalia. Recuerdo que el primer año ya no daba más de mí de todos los helados que me comí. Era un no parar. Ver todo eso allí, era mágico. Y sólo tengo recuerdos buenos; Lo bueno que es el esfuerzo, los ves a los dos, al pie del cañón, haga frío o calor, están ahí, siempre te reciben con una sonrisa. Es un lugar de gente del barrio, es gente de cada día, he visto crecer a los niños del barrio, y luego verlos venir con sus novios y sus novias, y luego con sus hijos y eso es muy bonito. Conocí al Iaio, era una persona dura, pero tenía su lado muy humano, ayudaba a todo el mundo, a indigentes les ayudó a volver a su país de origen, que estaban aquí sin tener ninguna ayuda, siempre intentaba que los demás llegaran a ser lo que quisieran ser. Es muy bueno haber estado en la horchatería, es una suerte que las hijas de Tere y Alfonso continúen, daría mucha pena que un día desaparezca.
El horchatero escucha la charla desde la esquina centenaria, la de siempre, porque él no se pierde detalle. Sonríe, aquí hay amor, se dice. Y eso se multiplica como las chufas.