
Bañistas de Barcelona
Darse baños en el mar y disfrutarlos no es de siempre, su aparición coincide con la llegada de los fundadores de nuestra horchatería en 1912. Cómo puede ser que viviendo en Barcelona y con la playita tan cerca no íbamos a darnos baños de mar hasta bien entrado el siglo XX ? Qué impedía a la gente darse el merecido chapuzón, en este Mediterráneo que tanto atrae ? En el siglo XIX tenías que estar enfermo para ir al mar y para sanarte sin dejar secuelas te recomendaban unas aguas termales. Cuando el médico te decía que hagas unos baños de pila, en agua caliente marina, era que algo no andaba muy bien en tu vida. Los baños se hacían en bañeras individuales en balnearios cerca del mar y el agua se transportaba en caños de madera.
Según la historiadora Mercedes Tatjer, había tres balnearios en 1856, dos en la playa y uno dentro de la ciudad. A la playa se iba en San Juan, casi como en un rapto de locura “para tomar la buenaventura”, como dice el barón de Maldá, para quitar todo lo que hubiéramos podido acumular de malas energías y estas cosas. La conocida investigadora señala que entre 1856 y 1871 se crearon cerca de doce baños de agua de mar en pila y agua caliente en Sants, Sant Martí, Maresme y Caldetes. En Barceloneta hubo uno muy famoso, el de Sant Miquel equipado con la revolucionaria máquina de vapor y baños de oleaje. En el litoral Sant Martí parece que hubo también unos junto al mar. Había unos baños flotantes, éstos permitían disfrutar del agua sin ser vistos y con total discreción porque desde la cabina se entraba al mar y para salir se utilizaba un pontón. Hombres y mujeres separados y vestidos, vaya espectáculo ! ¡Mirándolo con nuestros ojos, qué bien estamos ahora con un bañador sintético que deja a nuestro cuerpo disfrutar por todos los poros! A principios de siglo había varios baños por la Barceloneta entre ellos San Sebastian y Baños Orientales, éste último con piscinas, iluminación y un estilo neoárabe que habrá estimulado las fantasías de señoras y señores de la época, en especial a aquellas con alma de odaliscas…

Los bañistas de Barceloneta y Poblenou
1913 nos trajo el bañador, el cuerpo al sol y los baños que tanto agradecemos. Entre las dos guerras el cuerpo tuvo su valoración merecida, la gente comenzó a nadar, los diseñadores a crear bonita ropa de baño y el color dorado mediterráneo pasó a ser un icono de status y belleza. En ésta fiesta de mar y sol Barcelona, la perla mediterránea, se llevó todos los honores. Recién en 1923 las ordenanzas municipales permitieron bañarse juntos a hombres y mujeres, y siete años más tarde se hizo un concurso para elegir a la reina del baño de Barcelona. La fiesta se acabó muy pronto, a partir del ‘39 Franco impuso en nuestras queridas playas el recato puritano.
En 1912 En la playa de Poblenou había dos antiguos establecimientos que se convirtieron en Baños de la Marbella, éstos, permanecieron abiertos hasta los años cuarenta, cuando un temporal los devastó, hasta entonces eran considerados como el lugar más limpio de la playa de Barcelona. En la Marina, muy cerca nuestro, en las playas de Can Tunis fueron también reconocidos los baños España, Cibeles, y muy especialmente los baños Zoraya, llamados popularmente «el balneario».
Las playas barcelonesas de Levante –la Barceloneta y el Poblenou– se consolidan como los baños de la ciudad incluso se proyectó, en 1918, un paseo marítimo entre el Besòs y el Llobregat con balnearios y un centro Oceanográfico (Tatjer, 1996), que no se concretó porque el litoral ampliaba cada vez más los usos fabriles. Los baños de Can Tunis casi desaparecieron porque las fábricas cada vez ocupaban más espacio físico, a lo que se sumó el Puerto Franco y el aeropuerto. Estas playas, que ya en abril comenzamos a disfrutar son recientes, parte del proyecto de la Villa Olímpica de 1992 y hasta las obras del Forum, pareciera que están de toda la vida. No hace tanto tiempo, en los años cincuenta los niños de Poblenou jugaban en Camp de la Bota, con sus bañadores oscuros con tirantes intentaban sumergirse sin satisfacciones en ese mar alquitranado donde iban a parar todos los residuos fabriles . Para llegar al mar había que cruzar un paso a nivel con barrera, lo más parecido a una frontera.
El horchatero centenario dice que esta playa que hoy es nuestro lugar de encuentro y de goce nos la hemos ganado, después de haber deseado tanto jugar en el mar, sumergirnos, hacernos uno con él y cuando no era por la vergüenza, la represión, las industrias y el daño que le hacían al mar, sólo nos contentábamos con ver su azul distante, envidiando a las gaviotas que entraban y salían como por su casa.
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