Al horchatero centenario le gustan las celebraciones. En especial Sant Jordi, fiesta de dragones, princesas y vecinos que ganan a la adversidad. Fiesta de buenas palabras, libros y flores. Fiesta del amor. Fiesta de leer y conocer a los que escriben. Fiesta del idioma y de la lengua.
En vísperas de Sant Jordi el horchatero centenario de Poblenou piensa en el dragón nuestro de cada día, porque si vamos a ser justos con la historia, dragones no faltan. El que mató Sant Jordi en el siglo III, en Capadocia, o el de Conca de Barberá, para el caso es igual, se ha reproducido bajo mil caras y manifestaciones. No ha dejado en paz a los vecinos ni un solo día; y por lo que vemos los Sant Jordis vienen escasos.
El horchatero, pensativo desde su esquina de La Rambla de Poblenou ha puesto nombres a sus dragones y quiere enumerarlos:
El dragón 1 o Dragón de las grandes superficies. Hace tiempo que nos tiene en jaque, pese a los esfuerzos que hacemos los pequeños comerciantes, el comercio local está amenazado. Poco a poco los comercios de proximidad, los de toda la vida, los centenarios, van desapareciendo. Y no sólo porque no hay generaciones de relevo, ni porque los ciclos de vida se agotan, sino porque es una lucha estéril la del pequeño frente al grande. Hay estudios que demuestran que el dinero gastado en comercios de proximidad circula en el barrio 3 veces antes de desaparecer en la economía general. Mientras que la mayor parte de lo gastado en las grandes superficies sale de la región casi de inmediato. Pero para entenderlo hay que ser de Poblenou de toda la vida, y mirar con tristeza como el barrio va quedando en estado de amnesia. ¿Porque quién estará para explicar la historia?
El dragón 2 alquileres imposibles. Con la recuperación del turismo nacional hace unos años y el auge del alquiler por días o temporadas se obtuvieron grandes beneficios sin el temor a la morosidad de un alquiler estable, o el riesgo de la ocupación ilegal de la casa. Así es como estamos, con unos alquileres que no veas, y unos vecinos que disparan huyendo del dragón. Pero el dragón es ya familia numerosa, y no sólo le gusta Poblenou y sus vecinos sino que se desparrama por toda Barcelona.

Cortesía de Left Hand Rotation
El dragón 3, el gentrificador: Ah, el palabro! Todo comenzó cuando un grupo de personas de un cierto nivel económico eligió nuestro barrio, con algunas de sus zonas poco atractivas, pero con una buena relación calidad precio y decidieron instalarse en él, dadas las oportunidades de los precios. Así es cómo un barrio obrero, que ya no lo era, fue abandonado y degradado. La gentrificación supone una ciudad como mercancía en sí misma, en reemplazo de una ciudad productora y productiva. Donde el sector financiero, y de servicios, encuentra como destinatario y protagonista a una clase media con elevado nivel cultural y suficientes ingresos.
Se trata por tanto de una sustitución de población y de actividad, de una población y actividad productiva en franco retroceso por otra de servicios en auge. La gentrificación en sí no es buena ni mala, y las sociedades cambian, sin duda, piensa el anciano horchatero, lo que duele es que el barrio se convierta en un lugar con una personalidad cool, más para mostrar que para ser vivido.
Porque dice el horchatero de Poblenou, el barrio comenzó a perder su antigua y familiar fisonomía y a veces le da por pensar que la historia se transformó en un storyteller para turistas. El barrio se puso caro, carísimo. Ajeno, ajenísimo. Aunque todavía quedan las chimeneas, baluartes de lo que fuimos un día. Aquellos dragones del siglo pasado que transformaban en humo negro la energía trabajadora de tantas y tantas horas de nuestros padres y abuelos.
El dragón 4, el turismofóbico: Uys, fue tal la confusión, y la necesidad de corregir el modelo turístico que no daba para más, que se impacientaron los dragones y se les dio por intervenir. Los dragones lanzaron sus llamas contra todo aquello que llevara aspecto boquiabierto, mirada perdida y venga selfies mostrando su efímera felicidad de turista low cost, es decir cara de guiri, sobrado de tiempo y de asombro. Pues, a ese: duro con él. Qué tendrían que ver los turistas frente a decisiones de políticas turísticas del vale a todo, y con éstas nos encontramos. El horchatero centenario de Poblenou desde 1912 agradece a gente del barrio y a turistas, porque ambos han venido muchas veces a dar pruebas de su cariño. Porque quien regresa es un amigo más que un cliente.
El dragón 5, el de las licencias, o también llamado Terminator y ya me dirás, cuántos Sant Jordis son necesarios para fumigar tantos males todos juntos. Porque un día los comerciantes de toda la vida nos encontramos con un florecimiento de bares y baretos que no se parecían en nada a lo que la gente quiere. Porque quién puede querer una paella a ocho euros, unas pizzas plastificadas, y unos bocatas de aquí te pillo. Pero se reprodujeron como panes y peces dragones de esta especie que jamás pensaron en Poblenou como barrio, y se saltaron todas las reglas mínimas de convivencia. Los vecinos se rebelaron. Querían vivir y descansar. Pero el dragón es más fuerte y hay crisis y hay que cubrir costes. Y no cierra a tiempo los locales, y hace ruido con las sillas de las terrazas cuando la gente pretender dormir, y algunos son 24 horas, dragones insomnes, incombustibles.
El dragón 6, el devorador de mesas. Pues sí. Algo había que hacer contra el desmadre, y quienes pagaron la fiesta fueron los vecinos dueños de bares y restaurantes de toda la vida. Había que achicar y dejar aire en La Rambla, aire y silencio. El resultado fue: Menos mesas, menos clientes, menos empleados, menos facturación. También menos turistas. Algo había que hacer, en esto acordamos todos. Sólo que al día de hoy, y por primera vez en la historia del comercio poblenovino muchos comerciantes tomaron crédito. Es decir, contrajeron deuda. Un mal sueño que traerá un despertar poco auspicioso. Muchos comerciantes cerrarán sus puertas y cada vez que eso sucede el barrio se cubre de sombras.
Pero si hay un dragón destroyer este es el dragón 7, el que divide a los vecinos. Es que dragones hay de todas las especies, ¡y cada uno con lo suyo! Fue como un sueño, se dice el anciano horchatero, si hace tan poco éramos una piña, si parece una pesadilla… según el anciano horchatero de Poblenou, que nunca miente, hasta las chufas toman partido ahora en el obrador. Que si nacieron para ser horchata, sin más, o si quieren ir más allá, y ser un Cordial, la combinación de horchata y granizado de cebada. El horchatero centenario quiere que venga Sant Jordi y que por una vez más nos haga un favor: que los dragones se vuelvan rosas perfumadas y libros que nos hagan soñar. Y entender. Y estimar. Y valorar. Y respetar. Y reconocer.