Poblenou tiene quien lo explique

Los vecinos en la horchatería

Los vecinos en la horchatería

Como hace sesenta años, como hace cincuenta, como ayer y cada día la horchatería El Tío Che sigue siendo un lugar de reunión, a pesar de los tiempos confusos que a veces nos hacen olvidar quiénes somos y cuánto tiene de todos nosotros este barrio obrero que a veces simula perder su origen. Pero no. En julio hemos reunido a la flor y nata del antiguo barrio: A la señora de la parada de la carnicería, al señor practicante ats de toda la vida, a la señora de la alpargatería, a los vecinos mayores para digan la suya, para que nos refresquen la memoria. Nosotros a cambio les refrescamos la tarde con una horchata.

Ni falta que hizo preguntarles sobre la evolución del barrio:

Ana tenía una parada en el mercado. Se ha perdido mucho, antes de las grandes superficies, y eso ha quitado mucha vida, antes había colmaditos, tiendas, mira, han cerrado El Surtidor, llevo 42 años en el barrio, era carnicera, relevé a mi suegra. Hace once que tiraron el mercado, estoy jubilada, tengo 77 años.

El barrio ha hecho una involución, hay tanto supermercado, tanta vivienda, que han acabado con los colmaditos de calidad, buenas tocinerías, buen calzado.  Quedan pocos: El Tio Che, Vilarroya, El Surtidor…hacían una coca de anís… había cola para comprar la coca para cuando los niños salían de la escuela. Hay muchos hornos, ahora, franquicias. Este barrio era familiar.

El practicante Lluis, el primer ATS profesional, el que hizo llorar a todos los niños y niñas del barrio, una institución en Poblenou dice: Los colmados desaparecieron cuando la gente que trabajaba podía hacer la compra semanal en las grandes superficies, y esto fue matando el colmado de la señora María. Antes comprábamos todo en el mercado  y en las cooperativas.

todosreducidoAquí había cooperativas, nos dice Jaume Ríus: El abuelo de mi mujer fue presidente de la Económica, aquella fue la última cooperativa, en la calle Enna, había la Independencia, la reina, sin dudas,  era La Flor de Mayo, sucursal Bac de Roda, Pere IV, y Trueta, la Artesana calle Llull, eran cooperativas de consumo, Pau i Justicia, donde está ahora el Beckett. Era un barrio obrero y la cooperativa era la forma de comprar más económico, los mismos obreros compraban el saco de patatas, se lo repartían, compraban un barril de vino, y se lo repartían. Aquí había tiendas pequeñas, La Violeta, había bastantes tiendas. Yo fui a la escuela cooperativa, la Económica. Aquí, donde estamos sentados,  había una escuela, la Brullet, donde fue mi hermana. Antes de la guerra. Mis abuelos vinieron en 1890, fueron  a vivir a paseo del Cementerio, ahora Icaria, donde estaban las casas de Can Foret, al lado de la fábrica. Cuando se casaron fueron a trabajar allí. Trabajaban en Rocamora, fábrica de velas y jabones, era una fábrica preciosa, también trabajaron en Can Girona, por Torre de las Aigues, tenían más 3000 trabajadores.

vecinos reduMi padre vino de León con seis hijos, puso un colmado, él se iba cada mañana al paseo de Borne, al mercado,  a comprar su fruta, su verdura, nunca llegaba a los clientes, porque nos comíamos todo. Tanta familia… Así fue la suerte del colmado del padre de Enrique Bonete, vecino de toda la vida.

Trabajé en Can Saladrigas, a los catorce años comencé. Mis padres eran tejedores, vinieron de la provincia de Castellón, mi madre tenía 16 años.  Siempre recordaba al Tío Che cuando iba por las calles vendiendo horchata, mi madre ahora tendría 120 años, ella lo recordaba, agrega una vecina mientras saborea su horchata.

Jaume conoce al barrio como pocos, nació aquí y tuvo cargos en él. Yo me acuerdo del día que explotó la bomba, tengo 86 años, ha de pensar usted que en ésta calle estaba la fábrica de pieles, había una peste… le decíamos la calle Sant Pere, así se llamaba cuando dependíamos de Sant Martí de Provençals, cuando éramos un pueblo. Cuando se agregó a Barcelona, para evitar la coincidencia de nombres, se llamó Marià Aguiló. Mi padre trabajaba en la fabricaba que hacía botellas de vidrio.

Pilar compartía el nombre de su tienda con la panadería: El Surtidor. Era un barrio tranquilo, aquí estaban los gitanos, tenían fábrica de pieles. Yo vendía zapatillas, alpargatas, del año 28 hasta el 99. Vendía finalmente todo tipo de calzados, zapatitos y bambas de marca. Se llamó el Surtidor en recuerdo del surtidor que había en la rotonda, ahora está en la Plaza Real.

El casino era un lugar para tomar café, era un lugar de sociedad, cuarenta años después fue restaurante. Recuerdo la playa, qué sucia era…

Jaume recuerda antiguos bares: El bar Cisco, desaparecido, aunque hay un nuevo propietario que mantiene el nombre, en calle Pujades y Mariá Aguiló, el típico bar de mongetas con butifarra, estaba el bar Andreu, Pujadas y Ramblas, la churrería, tan buena… Todos los vecinos exclaman celebrando ese sabor único  de los churros bailoteando en sus papilas gustativas.  Estaba al final de la Rambla delante de La Tertulia. Alguien comenta que las churreras se dedicaron en un tiempo al barro, a la artesanía.

Mi abuelo  era un carnicero bastante conocido, vino cuatro años de la guerra. Mi padre tuvo una ortopedia, en la calle Marià Aguiló, se llamaba Terradas. Rafael nació en este barrio, fui ats en el tiempo de las inyecciones de penicilina cada seis horas. El primer Ats titulado que hubo en la fábrica de vidrio, pasé a Schweppes, donde estuve más de 45 años, y tuve consultorio de podología, en Maria Aguiló.  Recuerda que el barrio estaba estructurado entre Ramblas y Marià Aguiló, el resto eran todas fábricas.

La yema del huevo estaba aquí, alrededor de la Rambla había industriales que tenían su casa en el centro, pero otros, los más pequeños hacían sus casas en Poblenou, en la Rambla, por esto hay edificios muy bonitos, la gente de menos poder económico vivía en Marià Aguiló,  y alrededores, más de tres o cuatro travesías hacia el centro le llamaron el barrio de La Plata. Sus habitantes vinieron de Castelló a pie hasta Barcelona, decían me voy a ganar duros de plata, y por eso se llamó así el barrio. Entonces estaba Can Massana y Can Granell, dos industrias de toneleros, ganaban mucho dinero, era un sector muy dinámico. .

Ana recuerda dos cines en la Rambla, el California y la Alianza Vella. El de Pedro IV le decían La Barraqueta porque cuando ella y otros tantos niños querían ir al lavabo lo resolvían sencillamente: Yo le decía a mi abuelo tengo pipi, y ahí nomás hacíamos.

Había una tienda muy bonita que se llamaba el Crisantemo, donde ahora están los colchones,  a metros de El Tío Che. Era una tienda muy bonita, muy especial…

Lluis es del barrio, nació aquí, jugó en el mar, y creció viendo cómo cambiaba todo. Soy nacido aquí tengo 67 años, recuerdo cuando la industria de Barcelona estaba aquí. Yo tenía ocho o diez años, recuerdo que pasaba el tren. Cerca estaba el río Bogatell y la cloaca de Barcelona, pasaba el tren, y con unos palets, cuando caían las pelotas en las cloacas, íbamos a buscarlas para que no se fueran a la playa. Había gitanos, era una barraca. Donde ahora está el hospital Del Mar, antes estaba el Somorrostro. El barrio ha cambiado mucho…Recuerdo que así como estamos sentados en El Tío Che en este día de verano, veníamos antes a sentarnos igual que ahora, sólo que ahora es muy popular, antes era un sitio elegante, no daba para ir cada día. Esta esquina es el emblema del barrio, vas paseando y te preguntan ¿y El Tío Che y El Tío Che? vienen a buscarlo…

Hay todo tipo de recuerdos, como la vida misma. Una vecina recuerda las ratas, gigantes. Y a pesar de lo feo, porque vamos… a pesar de todo, era entrañable por la gente, los vecinos, dice nostálgica

pique bofarullCarme dice: Disfrutamos de este barrio porque nuestra memoria nos trae calles con ratas, con olor, con humo, gris, y ver cómo ha cambiado nos llena de alegría, hemos crecido con el Tío Che, hemos crecido con la playa, veníamos aquí, era un lugar elegante, con camareros, con copas heladas, no daba para venir cada día…

Alguien recuerda la pollería desaparecida, un primer supermercado, Boluda, ambos estaban en la Rambla, hay muchas tiendas que han cerrado.  Alguien habla de la  gran competencia desleal de los supermercados, de las tiendas chinas, ha habido personas con colmados de mucha calidad, mucho mejor que la de ahora, y no han podido sostenerse. Los pequeños tienen otros costes, otras calidades, otras elecciones y eso se paga.

Carme recuerda que había muchas tiendas.

Esto es pueblo, íbamos a tocar raya hasta la playa y hasta Pere IV, los límites de Poblenou.  las terrazas no se conocían cuando éramos pequeños, si, había la horchatería El Tío Che, eran muy polipuestos, muy arreglados, era un lugar elegante, ahora es para todo el mundo, por esto los saboreamos con alegría, ahora podemos todos. A todos nos dieron la primera horchata después del parto. Había un pastisseria, que estaba donde ahora el bingo, una sastrería, donde están ahora los bocatas de El Tío Che.

vecinareduUrsula Soler comenzó a trabajar en las oficinas de la Lactaria Española a los catorce años: Estaba en la calle WadRas, en el 68  se trasladó al carrer Llull, y en los noventa desapareció. Fue una pionera en envasar la leche, envasaba la leche fresca, la Ram, en la calle Dr. Trueta. Entré a trabajar porque estudiaba. Era un barrio muy gris, muy sucio, no te lo puedes imaginar. Estaba fatal.

Isabel Soler otra vecina nacida en el barrio, en las Ramblas, recuerda: El barrio era muy textil, en tiempos de can Girona, te quedaba toda la ropa manchada de hollín, pero se ve que no entraba a los pulmones, porque en los años setenta hice un estudio en el barrio y era el que tenía más personas más sanas y longevas.

Varios recuerdan a la Falange, para todos había lugar en Poblenou: Había una iglesia, pero antes estaba al lado del Cine Rellisquin, y arriba había un local de la falange. Ahora es el Institut Poblenou. Eran tiempos de la famosa Educación y Descanso de la Falange, íbamos a jugar allí arriba, al local, te dejaban jugar a futbolín, tenían pin pon, los domingos hacían misa y por la tarde, riguroso rosario, la iglesia está cerrada ahora. Ahora compró el ayuntamiento el convento.

Elena Soler es del barrio, nieta de la Pesca Salada del Poblenou. Otra tienda que desapareció.

Había una tienda que se llamaba Elisa, que vendían ropa de niños, muy buena.

elena solerYo nací en la Rambla, dice Elena, en una casa donde vivimos todavía nosotros. Era la casa de la familia. Yo soy de aquella casa familiar, y mis abuelos antes de la guerra pusieron la Pesca Salada, tengo una foto dentro de una caja de arengadas. Recuerdo las terrazas del Tío Che, hemos crecido con el Tío Che, hemos crecido con el barrio, hemos crecido con la playa. Por esto lo queremos tanto.

Teníamos mercería y con las cajas hacían nuestros juguetes, nuestros coches, venimos de una post guerra, dice Carme.En tiempos de restricciones, hasta el pan era un lujo. Conseguirlo no era tan fácil menos al blanco, un verdadero diamante. Así lo vivió Carme: En la calle Joncar había una señora que vendía pan blanco de estraperlo, la señora Teresa, ahora hay una floristería, bajábamos dos escalones y mi madre lo guardaba para nosotros, ellos comían un pan negro muy básico, tenía hasta cordeles, tenía mucha fibra… nosotros somos todos hijos de la post guerra.

Nos dice Ursula Soler con orgullo de barrio: El 18 de julio estalló aquí la guerra, era un barrio muy obrero y anarquista. Aquí en la redonda se reunieron todos, aquí,  para ir al Campo de Júpiter, a la calle Lope de Vega, y de allí salió la columna Ascaso, de todos los jóvenes de aquí como voluntarios que se iban al frente de Aragón. La guerra fue un estallido. Muchos querían defender La República. La columna de Ascaso y de Durruti,  salieron de aquí, y entre ellos mi suegro. Muchos vecinos dieron su apoyo incondicional, otros miraban con miedo y preocupación, pero nadie fue indiferente.

Rafael, el ats emblemático del barrio vio crecer, como tantos otros vecinos a los árboles del Parc Central: Unos años antes de las Olimpíadas derribaron fábricas, los escombros los destinaron a hacer la zona marítima. Empezaron con la construcción de una plataforma y ganando terreno al mar. Antes de hacer el parque actual había el Crédito y Docks, cuarteles y luego almacenes. En 2008 recuerdo que trajeron los pinos del parque, eran pequeñitos, los trajeron de Soria, ahora tienen ocho o nueve metros. Parece mentira…

Las tiendas desaparecidas han quedado en la memoria de estos vecinos: Can Valls, una gran tienda, Ripoll, El Crisantem, tienda de regalos, bolsos Viñas, la Espardenyería, al costado de las monjas, La tienda Flor de loto, del año 18, la tienda, la botiga, y el taller al fondo. La Comercial Montse, y la Casa de los tebeos.

A esta tienda le llamaban la del Perico, mi mujer que era culé, recuerda Lluis,  discutía con este hombre de muy mala leche, pero los críos le hacían de todo, era gitano el Perico, olía de mal.  Su tienda quedaba donde está la agencia de Viajes, entre Llull y Pujades. Después, había una licorería Can Guixé que era modernista, una maravilla… había una águilas. Estaba la pastissería Trionf de toda la vida, de calidad. También había una pastisseria exquisita, Can Llopart, era buena, ésta destacaba. Recuerdo compartido por toda la peña, si señores y señoras, la mejor del barrio, sin dudarlo.

Otra vez las risas: Un señor en bici llevaba en una mochila detrás, en su bicicleta,  la peli del Rellisquin al Ideal. Primero la pasaban en un cine y durante el NO-DO, el hombre iba a toda velocidad al otro cine para darla allí. Los cines de esa época y de Poblenou eran  el Catalunya, el Real, la Barraca, el  Triunfo, el California.  

Pero La vaquería de la señora Andrea, es la que logra un ¡ahhh! generalizado. Isabel dice que ese fue el lugar donde abandonaron la inocencia. En esa vaquería aprendimos sexualidad todos los niños del barrio, las vacas recibían las visitas de los toros, los traían de Andorra. Reality show, de los buenos, y de primera mano. Allí mismo, en la esquina de casa. Cuando la gente dice que Poblenou es un pueblo, tiene razón. Y aunque los jóvenes sean tan jóvenes, han de haber recibido estas historias. Muchos de ellos creen que las vivieron, otros no saben si fue un sueño de una tarde de verano. Pero todos dicen que es verdad, que Poblenou es un pueblo. Un pueblo que vive para contarlo.