El segundo fin de semana de setiembre y durante diez días en Poblenou hay Fiesta Mayor. Así desde 1872, cuando un pregonero con dos tambores salía a convocar a los vecinos. No conocemos todos los pregones, ni a los pregoneros pero si sabemos por una investigación de Joan Carles Luque dirigida por el Archivo Histórico de Poblenou (revista Icària), y como era de esperar, que hubo de todos los estilos y oficios: deportistas, cocineros, artistas, botigueros, periodistas, escritores y entidades. Pregoneros con más o menos indignaciones, según los tiempos, cada uno con su manera de mirar la vida, y con un cariño común a un “barrio de tradiciones no escritas, de horchatas de El Tío Che, donde a todo el mundo se llama por su nombre, de gente trabajadora, honesta y solidaria” como dijo, cuando le llegó su tanda al pregonero de 2006, Frederic Porta.
Los hubo reivindicativos, como el abogado Pep Cruanyes para quien era más incívico destruir una antigua fábrica que pintar un graffiti en una pared (2005), defensores de la cultura como creadora de conductas democráticas, según pregón del escultor Josep María Subirachs, poblenovino de alma, cuya obra voló mucho más lejos de aquel barrio obrero, estrecho y oscuro que lo vio nacer. Y también los que nunca dejaron de clamar por la justicia, como Conxita Julià, Jordi Fargas i Balta, o Xavier Benguerel. Pregoneros para todos los gustos, los hubo deportistas y asociacionistas, como Jordi Domingo, quien dedicó su pregón en 1987 al Poblenou de su juventud muy diferente de aquél preolímpico que le tocaba vivir. Para él las asociaciones de Poblenou eran la red que daba vida al espíritu del barrio.
Con otro estilo, Ricard Reguant prefirió reírse de todo el mundo: los memoriosos como Joan Carles Luque, no se olvidan de ese pregón con humor e ironía sin límites que en 1993 divirtió mucho a los vecinos, porque su objetivo fueron los políticos y costumbres poblenovinas. El grande, Josep María Huertas, refirió en su pregón la importancia de las fiestas mayores como símbolo de identidad irrenunciable, que es algo similar a lo que dijo este año, en una Fiesta Mayor lluviosa y gris, la pregonera África Ragel, “los poblenovinos y poblenovinas son únicos en el mundo”.
Hubo pregoneros de todos los colores, es verdad, también los hubo del discurso sencillo y de vivencia honda, de aquellas
personas, que han vivido intensamente a Poblenou desde sus vidas de trabajo y trabajo, puntos de referencia importantes del barrio. Una de ellas es la entrañable Teresa Ferreres, propietaria de La Licorera, y otra nuestra Tere, alma de la esquina más concurrida de Poblenou, desde donde comparte afectos y participación entre la horchatería y el barrio, tanto que en su pregón dijo bien claro que El Tío Che no se concibe sin Poblenou, y Poblenou sin El Tío Che, y que a pesar de las infinitas transformaciones, desde aquél tiempo donde vivía en una calle gris y fea del barrio hasta hoy, pregona que colaborar con las instituciones del barrio y trabajar junto a los comercios es la clave para continuar, porque permanecer es pertenecer. A juzgar por los ciento un años de la horchatería allí puede haber una verdad.
yo també i anava a veure horchata a cal tio che cuan anaba a verure els meus avis vivian a la vora del tio che