En nuestra tienda en cada estación del año rendimos homenaje a los productos de la tierra, sin ellos que sería de nosotros. ¿Sin los almendros quién pondría la dicha a los turrones, los mazapanes, los helados, los chocolates trufados con almendras, los mantecados, y bombones?

Es febrero y comienzan a brotar. Junto a cada flor que nace los días se alargan y nuestra terraza va despertando a la vida, a las horchatas, a los niños nuevos que han nacido durante el invierno, y al compartir de esta gran familia que somos los vecinos de Poblenou, los viajeros y los amigos de Barcelona que vienen a disfrutar de esta leyenda que es la horchatería El Tío Che. Van brotando los amigos como si fueran las benditas flores del almendro.

Una leyenda nos recuerda que el almendro se asocia a la esperanza de tiempos remotos: Adán y Eva se encontraron con un invierno de mis infiernos al salir del Paraíso. (Aunque dicen los entendidos que el infierno es un verdadero horno) Lo cierto es que Eva no resistía el frío, menos sin ropas, a ponerse en su lugar; En su desesperación pensaba que su vida sería de allí en más un larguísimo invierno sin final. Cuando Adán ya estaba dándose cuenta que ni sus abrazos la abrigaban, un ángel vino a decirle que todo pasa, que esa estación da paso a otra, tibia y alegre, y para sellar su promesa convirtió esos copos de nieve que tanto la deprimían en unas esplendorosas flores de almendro. Vaya milagros los de aquellos tiempos. Aunque en Jijona, tierra de almendras, no se quedan atrás con las historias:

Un rey se casó con una princesa escandinava, ya sabemos que muchos reyes las prefieren de otros lados, por tanto hasta aquí puede ser real. Pero, como suele suceder con los recuerdos de origen, y a decir verdad, la princesa extrañaba sus paisajes de nieves perpetuas y la melancolía la iba conquistando.

El rey, medio desesperado y con terror de perderla, se decidió a plantar por los territorios que rodeaban al castillo miles y miles de almendros. Esto es amor, que nadie diga lo contrario y también una buena capacidad para crear escenografías, ya nos diréis: Llegó la primavera, y el paisaje se volvió blanco, refulgente y luminoso casi como si hubiese nevado. La reina despertó una mañana y desde su ventana se oían sus cantos embelesados. No todo lo que brilla es nieve, bien pueden ser unas flores, lo que importa es que sean blancas y todos felices.

Los habitantes de Jijona, a partir de ese momento, aprendieron a recoger las almendras y a tratarlas, elaborando así las primeras muestras de turrón y derivados. Así lograron que la reina se quede para siempre y que Jijona produzca los mejores turrones del mundo.