Las chimeneas son un tímido recuerdo de un Poblenou que ya no está, se dice el anciano horchatero. Ahora, arte urbano, antes los pulmones de las fábricas. Humo, negrura, olores, pero también vitalidad, empuje y riqueza.

Desde mitad del siglo XIX se instalaron las fábricas en el Mánchester catalán, nuestro barrio Poblenou, y las chimeneas eran el símbolo de la ciudad. Las fábricas cerraron y las chimeneas pasaron al olvido. Pero la transformación urbana rehabilitó espacios y las chimeneas, olvidadas, se convirtieron de la noche a mañana en objetos de arte, en contenedores de memoria. Del Poblenou industrial al de servicios, ocio y tiempo libre la cara ha cambiado tanto que ni se la reconoce si la comparamos con aquella de tristeza y hollín. Se construyeron tantos edificios que las chimeneas quedaron, a veces, como antiguos barcos abandonados en la arena,  como un testimonio de lo que el barrio fue: fábricas y obreros. Y la vida de nuestros bisabuelos, abuelos, y sus hijos.  Las chimeneas perdieron su utilidad y hoy son un monumento. Y como tales cuentan una historia, como lo hace el arte público, el patrimonio cultural. Las chimeneas son, como todo el barrio, un dialogo continuo entre el presente y el pasado. Y esto debe conocerse, para que nadie crea que Poblenou es sólo un lugar de playita, restaurantes para foodies y hoteles.

En 1904 Sant Martí tenía 522 empresas y en 1933 1261, del nivel de Ford, General Motors, Hispano Suiza. Durante el franquismo se potenció la industrialización, pero a partir de 1950 Poblenou comenzó a disfrutar de su época dorada. Y en 1965 se desplazaron las industrias a los polígonos, y Poblenou dejó de ser un espacio este periférico sino central, y con el plan de la Ribera de 1973 Barcelona se convirtió en una región de cara al mar, sin ferrocarril, con pequeños comercios, viviendas, y centros comerciales, que luego fueron los encargados de minar a los pequeños comerciantes. Pero eso es otra cosa.

Parte del plan urbano fue liberar más de 46 hectáreas de la zona de Icaria, para hacer la Villa Olímpica, se revitalizaron  y sanearon las playas, se creó el parque Diagonal Mar y se renovó La Rambla. Y con arroba 22, el barrio entero hizo un cambio hacia el sector tecnológico. Junto al proyecto de renovación urbana de arroba 22, se transformaron las fábricas en patrimonio arquitectónico, cultural y artístico de la ciudad. Así fue como la fábrica Catex, más conocida como Can Felipa es ahora un polideportivo y centro cívico. La Escocesa desde 1999 es un espacio de creación y punto de encuentro de artistas.

Monumentos, dice el horchatero. Y si, son recuerdos del pasado que dan permanencia a una ciudad que se transforma cada día, uniendo un pasado y un presente. Y las personas, al reconocerlos, les dan su justo valor. Son las huellas del pasado que están presentes cada día.

Can Folch

Can Folch, originariamente se creó para hacer una harinera, pero en realidad, se hizo una destilería de alcohol industrial. En 1893 fue fábrica de hielo y en 1898 fue harinera y almacén, pero en 1970 se transformó en locales de alquiler. De la fábrica derribada en 1987 queda la chimenea de Can Folch.

Can Gili Vell fue en su día una fábrica de harinas La chimenea puede verse adosada a un edificio de cinco pisos. Fue una fábrica del barrio de La Plata integrada por un molino de grano, una torre de fabricación de harina, una chimenea y naves de depósito del grano. Se hizo en 1877, la chimenea estaba ubicada muy cerca de la Torre de seis plantes.

Chimenea de Nubiola. Francisco Nubiola fue el propietario de una fábrica de químicos en 1914. Entre las calles Agricultura y Cristóbal de Moura, le decían Azulete, porque así llamaban a un blanqueador de ropa muy común. Las partículas que expulsaba la chimenea ensuciaban la ropa de los vecinos, por lo cual tuvieron que agrandar la

Nubiola

chimenea. Funcionó hasta 1980. La última en arrojar humo.

Chimenea de Can Jaumandreu Dice Pilar García, en El Periódico que es una fábrica textil con historia y entre las dos naves se encuentra la chimenea del siglo XIX. «La nueva industria apostó por producir una novedad inédita en Catalunya, tejidos de lana, mezclados con algodón y seda». Con Claudi Arañó en el negocio, Antoni Escubós i Cia pasó a denominarse, en 1868, Escubós i Aranyó. La plantilla era entonces de 621 trabajadores (434 mujeres y 54 niños).Ocupada por otros fabricantes con el paso de los años, el Vapor de la Llana, así se llamaba, albergó, desde los 70, pequeños talleres, hasta que Barcelona Activa la convirtió en escuela-taller para su rehabilitación. Desde el 2003, Can Jaumandreu, cuyas instalaciones son un híbrido de modernidad y tradición,

Tallada y Lora, son industrias del sector textil, su origen es de 1903.

Can Framis, es una fábrica del siglo XIX, fue una importante fábrica del sector de acabados textiles de Sant Martí, y después de la Guerra civil las naves fueron habilitadas, en su mayoría, por los herederos de la familia Framis.

Cal’Araño Llacuna y Tanger. Fue creada por capitales ingleses en 1878 al estilo Manchester. El propietario era de Manresa, Claudi Araño. Un testigo doloroso de lo que fue el tejido industrial de la ciudad.

Altas chimeneas de ladrillo rojo salpican toda la geografía de Barcelona, como si en lugar de estar en el litoral catalán, nos encontráramos en Manchester o Liverpool. Estas torres, se han convertido en un recuerdo, a veces doloroso, de lo que fue el tejido industrial de la ciudad.

Macosa

Macosa. Fue en la Calle Ramón Turró, donde se construyó la última chimenea industrial de Barcelona. Corría 1950, y quisieron que fuera la más alta de la ciudad con 65,30 metros de altura. Macosa ha sido construida en hormigón y su forma es prismática con un tronco piramidal. Macosa se fusionó en 1989 con   La Maquinista Terrestre y Marítima y la francesa GEC-Alstom. Sus naves de Poblenou, se destruyeron cuando el plan urbanístico de Diagonal Mar y el 22@. Fue las más alta y la última chimenea.

Monumentos colosales, dice el anciano horchatero.  Porque son estos recuerdos del pasado que dan permanencia a una ciudad que se transforma cada día, uniendo un pasado y un presente. Y las personas, al reconocerlos, les dan su justo valor. Son las huellas del pasado que están presentes cada día. Cada vez que los vemos, los cargamos de sentido, son las imágenes de los relatos de anteriores generaciones, que dan fe y testimonio de dónde venimos, de nuestros orígenes como barrio. Las chimeneas están para decirnos: No te olvides.

Bibliografía:
Hernández Maria Cecilia, López Antonio,
Chimeneas testigos de nuestro patrimonio industrial, Revista del museo arqueológico de Murcia
Arxiu Historic del Poblenou nou viatje a Icària, De les fabriques a la Vila Olímpica
V Gárate Navarrete Las chimeneas del pasado como elemento de arte público
Tomás Lamarca, blogspot