Pero es que ahora no hay barrios, no sé cómo explicarlo. No hay barrios, hay cuatro cositas que conoces, pero no… Antes había una cosa que te unía mucho con el resto de vecinos, todo lo hacíamos juntos: la vida en la calle, la fiesta mayor, los escenarios, la fábrica, la cooperativa… Teresa Gisbert, 2013.

El horchatero escuchó la historia de las selfactinas

ninos-trabajandoEl horchatero centenario mira desde su esquina y ve lo que no se ve: Nuestro barrio fue obrero desde su nacimiento, dice y vuelve a callar. Nadie espera demasiado de un anciano que vive al lado de un árbol en la esquina más dulce de Poblenou, por tanto a él que le gusta escuchar más que decir, le conviene. Está ahí, sintiendo la vida, ya tiene muchos años para ir de prota. Escucha mucho y piensa… piensa.Se le llamó el obrador de Barcelona, dice para sus adentros, así se le llamaba a Barcelona. En el siglo XIX había muchas tensiones entre trabajadores y propietarios de fábricas, y una de las más importantes fue la que llevó al conflicto de las selfactinas. Las máquinas tradicionales de hilar fueron reemplazadas por las revolucionarias máquinas de Vapor self Action, que como su nombre lo indica tenían autonomía y prescindían de puestos de trabajo, por lo cual quedaba mucha gente sin esperanzas de volver a trabajar.

La selfactina fue la primera máquina de hilar automatizada que permitía hilar muchos hilos simultáneamente con la mano de obra de una nina-en-selfactinaúnica persona. En su momento esta innovación tecnológica, inventada en el año 1834 por Richard Roberts, permitió dar un impulso definitivo a la mecanización de las hilaturas logrando multiplicar la capacidad de producción de hilado.Estas máquinas eran tan sencillas de operar que dejaban fuera a los hombres del empleo, y por mucho menos dinero se incorporaban mujeres, un 40 por ciento, y 9 % de niños. Esto generó indignación y la explosión de  rabia estalló en el mes de julio de 1854. Los hombres se vieron expulsados de las máquinas mulejennies, así se llamaban las que fueron reemplazadas por  las self action, con las cuales obtenían buenos ingresos sin necesidad de que su familia saliera a trabajar. Las mujeres querían trabajar, pero sin que sus maridos quedaran en la calle, paradoja que se resolvió de manera violenta. Primero en Barcelona, especialmente en Sants, Gracia, Gótic y Poblenou, en 1835 y en Igualada en 1847, donde el sector textil era poderoso.

En el tiempo libre de 1835 una horchata y un día de parque 

aaaacarruajeEn esa vida apacible anterior al conflicto, donde el tiempo libre se quemaba paseando por sobre la Muralla del Mar y los Jardines del General, nadie pudo imaginar que sobrevendría la catástrofe. En ese mundo empresario de tartanas, coches de caballos, hombres elegantes de levitas y bombines, que paseaban por Paseo de Gracia, tan amplio con sus  jardines del Tívoli o los Campos Elíseos nadie suponía que estaban bajo amenaza.Los domingos convivían ricos y pobres entre las glorietas de los Campos Elíseos acunados por los coros de Anselm Clavé. En tiempos donde fuera del trabajo, la casa y los niños había un domingo de fontada, donde Llevar una canasta con la merienda y sentarse alrededor de una fuente era magistral, y ni hablar de la gran excursión a la  Font del Gat, cerca del Montjuic, entre el frescor de los árboles o perderse por los parques de Collserola.

La font del Gat, J.Sagarra

La font del Gat, J.Sagarra

Las selfactinas encendieron la mecha, sin dudas, cuando fueron introducidas en Cataluña hacia 1844. Cinco años más tarde, en 1849, estas máquinas manejaban ya 91 468 husos, y en el año 1854 más de 200 000. Barcelona, donde el 14 de julio se inició una sublevación en la que tuvieron un papel destacado los obreros que hicieron huelga. Al día siguiente, 15 de julio, se produjeron varios incendios de fábricas que utilizaban las nuevas máquinas de hilar algodón, y destruyeron las máquinas, su propia fuente de trabajo. Así nació el movimiento luddista, o destructor de maquinaria de trabajo e instalaciones.  El 16 de julio el gobierno comunicó la prohibición de atentar contra las máquinas.  Al día siguiente, tres hiladores fueron ejecutados. Los hiladores continuaron en huelga, el 18 de julio más de cincuenta fábricas permanecían paradas. Así nació en Barcelona el movimiento obrero, del cual nuestro Poblenou fue un vivo exponente.

El anciano horchatero, el que vive al lado del árbol, en la esquina más dulce de Poblenou, está seguro que la nostalgia del pasado no ayuda, que ahora, afortunadamente,  podemos vivir para contarla.