La horchatería es parte de la historia de Poblenou, y en Poblenou está toda la vida nuestra. Es por esta razón que el viernes 31 de mayo decidimos salir a recorrer el barrio, pero de otra manera. Quisimos redescubrirlo a partir de los textos de un escritor poblenovino de principios de siglo pasado, como nuestra empresa centenaria, y con la guía de la escritora Africa Ragel, de Llibres per llegir, también una enamorada de este lugar entrañable.
Si hay un escritor que describió con elocuencia de dónde venimos este fue sin dudas Xavier Benguerel. Cada una de sus palabras tiene una musicalidad de otro tiempo, una melodía sombría que nombra calles estrechas, oscuras, mujeres y niños de la fábrica, tejidos secándose al sol, barrio de espaldas al mar y playas de escombros. Para qué hacía falta una playa si no había más tiempo que para trabajar.
Tiempo de chimeneas y también de esperanzas.
Antes de la guerra civil ya había publicado la novela Suburbi (1936) y esa era la manera más propia de nombrar a Poblenou. Un suburbio en los confines de la ciudad donde asfixiaban los vapores fabriles de una Barcelona que entraba de lleno en el industrialismo, demandante de sangre, sudor y lágrimas para alimentar los motores. Xavier Benguerel fue Ganador del premio Planeta en 1974 con su novela Icaria, Icaria…la ciudad utópica donde cada hombre podría inaugurar la era de una justicia justa.
A medida que leíamos los textos el barrio perdía sus colores intensos y entrábamos en ese mundo y esas calles que como él mismo describe: “Antes ni se daba cuenta que eran tan oscuras y tan sucias, ni del olor penetrante de los aceites, y sobre todo de aquellas mujeres plantadas todo el día ante el incesante ir y venir de los telares, con los cabellos cansados, plenos de borra, sin edad, quejumbrosas, usadas, y que todavía, según como, encontraban bastante reserva de coraje para ponerse en marcha a cantar desaforadamente cómo si las violentase un deseo irreprimible de vivir y de ser felices.
Reconstruímos las antiguas fábricas hoy transformadas en hoteles o bibliotecas, la antigua calle Taulat antiguo secadero de telas, los alrededores del cementerio, la casa donde vivió el escritor, la plaza Prim, y el mar. “… a cuatro pasos del Cementerio Viejo, el Poblenou habría quedado desfigurado del todo a la vista del Bogatell y el desagüe de las cloacas a no ser por la avenida de Icaria, tan rudimentaria, tan impersonal, pero dónde, como en secreto, trabajaban los boteros más aplicados, más importantes del mundo”.
El recorrido acabó en el mar. Los colores variopintos del barrio regresaron con sólo decir el último texto. Somos afortunados.
No sabemos si Poblenou es Icaria, la tierra prometida, pero cada una de las personas que vivimos aquí no lo cambiaríamos por ninguno.